11 octubre, 2024 8:42 am
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El Corufa ignora a Arquímedes

Desde hace algunos cuantos años, una decisión arbitraria de La Calera provoca una mayor inundación de los campos aledaños, replicando el famoso principio de Arquímedes, pero el Gobierno, desde entonces, siempre lo ignoró.

El problema es sencillo: La Calera, ubicada en la boca del río Gualeguay, levantó un terraplén de 50 kms todo alrededor de su campos, con lo cual, al llegar la creciente, toda esa agua que antes ingresaba a esas tierras ahora inunda aún más los campos vecinos.
Vale señalar que la vasta porción de tierra protegida significa, en términos de agua, millones de metros cúbicos que se desvían a miles de hectáreas que antes eran altas y eran el lugar donde se guarecían los productores con su hacienda hasta que pasara la creciente.
O sea que, un productor que, en un marco de justicia, podía aguantar la creciente con sus cien vaquitas en el alto de su campo, en este escenario de abuso, debe salir a buscar arrendamiento para, por lo menos, cincuenta de estas, sino todas, o, directamente, malvenderlas.
Frente a esta realidad, los productores lejos están de gritar Eureka, como Arquímedes, sino que recurren a un nutrido glosario de recuerdos familiares de todos los que permitieron, a lo largo de la historia, esta situación de indefensión.
Este injusto atropello del grande sobre los más chicos lleva más de tres décadas de reclamo frente a la indiferencia servil y permisiva del Estado provincial, pero, tanto fue el cántaro a la fuente que, en diciembre pasado, el Concejo de Aguas, conocido como CORUFA, y la Dirección de Hidráulica, finalmente atendieron el problema y acordaron con los Pou para que abran uno de los cauces que endicaban el establecimiento.
En aquella oportunidad, el controvertido coordinador del Corufa, Eduardo Asueta, reconoció que “sin dudas se trata de la solución de una parte importante del conflicto, pero aún resta proveerle una solución al grupo minoritario de vecinos que están del lado oeste del dique”.
De ese modo, este funcionario, quien tiene en sus manos el ordenamiento hídrico de la provincia, pareció haber logrado que La Calera, por lo menos, abriera el terraplén a la altura del arroyo Viraguay, lo cual calmó el reclamo de parte de los productores, quienes, a principios del año 2016, habían sufrido cuantiosas pérdidas por el arbitrario terraplén.
Desde diciembre hasta hoy, apenas seis meses, reinó la paz en la zona, pero frente a esta primera creciente desde entonces, La Calera, de inmediato, olvidó rápido lo acordado y puso sus maquinarias pesadas a cerrar lo abierto, violando así su compromiso.
De este modo, queda expuesto que el acuerdo de diciembre fue solo una parodia escénica “para la gilada”, ya que el establecimiento de los Pou no dudó un instante en reconstruir el dique y, cualquier orden en contrario, la podrán cumplir una vez pasado el pico de la creciente.
Toda esta situación se insinúa para los productores como una “tomada de pelo” del Gobierno, y no son pocas las sospechas de que esto ya estaba acordado “bajo la mesa” en el acuerdo de diciembre.
Frente a esto, se pudo saber que ya hay gestiones legales en curso, aunque, conociendo al Corufa y al Gobierno, difícilmente afecten sus humores.
A lo largo de las décadas, el conflicto por el terraplén de Pou ha desnudado la conveniente ausencia de la Provincia en materia hídrica, no exigiendo que las obras hídricas cuenten con la debida autorización prevista por la Ley 9.172, de Aguas, en el caso de crecientes.
Como se puede apreciar, el poder de los Pou ha logrado que Arquímedes sea ignorado, pero la realidad de la naturaleza demuestra que el agua que ellos rechazan ahoga cualquier legítima esperanza de sus vecinos.
Norman Robson para Gualeguay21

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