4 octubre, 2024 5:57 pm
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El violento vicio policial

Lamentablemente, esta no es la primera vez que debo abordar el violento abuso de la fuerza por parte de funcionarios policiales de Gualeguay contra una víctima de la drogra y su familia, pero este ya respondería a una persecución personal contra esa gente por denunciar otros abusos en el pasado.

En una ciudad donde gran parte del delito viene de la mano de la drogadicción infantojuvenil, no son pocos los gurises y gurisas rehenes de la droga que, ante la falta de asistencia, caen en el delito para resolver sus necesidades.

Estos gurises, debilitados por la droga, son el recurso ideal de algunos policías para resolver crímenes sin investigar. Cuando hay un aviso de robo, no saben que hacer, y uno de estos gurises se les cruza en el camino, éste se convierte en el sospechoso ideal para justificar su trabajo y en quien descargar sus frustraciones.

Estos gurises son, mayoritariamente, de los barrios liberados por la propia policía con la falsa excusa de que allí son todos delincuentes y los agreden cuando entran. De ese modo, gracias a su alevosa ausencia, la fuerza promueve verdaderas incubadoras de adictos y delincuentes infantiles al servicio del crimen, y los espera afuera para someterlos con o sin razón.

La historia de Carlitos

Carlitos tiene hoy 20 años, y es uno de estos tantos gurises. Comenzó a drogarse a los 12, principalmente, por cuestiones económicas, con poxiran, y a los 14 ya fue víctima inocente de la violencia policíaca en un sonado caso en el cual la Justicia condenó a sus agresores.

Desde un principio, su madre, en absoluta soledad, lucha por rescatar a Carlitos de ese flajelo, pero la falta de recursos los excluye de cualquier solución, mientras que el entorno barrial solo agrava la situación y los uniformados sólo esperan la oportunidad para castigarlo.

Tan es así que, unos meses atrás, Carlitos, su mamá y sus abuelos, fueron golpeados por la banda del famoso “5 pesos”, unos cinco sujetos de buen porte. Los policías presentes solo intervinieron cuando terminó la golpiza deteniendo a Carlitos y a la mamá, quienes estaban malheridos, acusándolos a ellos. Todo esto obra en la Justicia local, aunque, seguramente, en los cajones del olvido conveniente.

Pero la lucha por Carlitos continuó y, aunque insuficiente, la madre logró que el joven obtuviera algún tipo de tratamiento, médico contra las adicciones, que lo mantuvo fuera del consumo y de la calle desde hace unos cuantos meses.

Una recaída 

Por alguna razón, el viernes pasado, Carlitos tuvo una recaída que lo llevó a la calle nuevamente intoxicado, y, en circunstancias que la policía tergiversó, fue detenido y reducido con violencia en la vía pública del segundo cuartel.

Según el relato de testigos, apenas fue avisada, la madre llegó al lugar, acompañada por su hermana y la novia de su hijo, y se encontró al jovencito, ya esposado, apretado por efectivos policiales contra una reja. Al verla, el joven gritó desesperado que él no había robado nada, menos una moto.

Al preguntar cual era la moto robada, y comprobándose que no había ninguna, le señalaron unos anteojos que estaban en el suelo y las zapatillas que le habían sacado como elementos que había robado. Nadie supo de quien eran los anteojos y el padre, quien le había regalado el calzado, tuvo que traer la factura de compra para que se las devuelvan.

Mientras pasaba todo esto, la madre suplicaba a los gritos que no lo golpearan,  ya que el gurí estaba bajo tratamiento médico, y la recaída, más los golpes, podrían provocarle alguna convulsión, como las que ya había tenido. De todo esto, pueden dar fe los vecinos, y sus cámaras de video-vigilancia.

Si bien Carlitos no se resistía, en su rostro y extremidades ya maduraban las marcas de golpes y raspones recibidos, los cuales, según los uniformados, habían sido ocasionados por los vecinos.

Indiferentes a lo evidente, la Policía arrastró al joven hasta la camioneta y, en lugar de sentarlo atrás, lo arrojaron en la caja, donde un efectivo lo acompañó hasta la Jefatura manteniendo con la rodilla la cabeza del chico contra el piso, lo cual ocasionó nuevas lastimaduras. Todo esto podría, si se quisiera, ser verificado por las cámaras de la vía pública.

Procupadas, madre, tía y novia siguieron de cerca al móvil hasta la Jefatura, donde Carlitos fue arrastrado, babeando, fuera de la camioneta hasta el patio interno del edificio, mientras que, al ingresar la madre, ésta fue de inmediato reducida y detenida. Ante la sorpresa, y desesperada por la situación de su hijo, la mujer se resistió enérgicamente al arresto, razón por la cual la redujeron por la fuerza.

De ese modo, sin existir ningún motivo cierto, madre e hijo fueron encerrados, acusados de robo uno y de resistencia a la autoridad la otra, sin posibilidad de ir al baño, sin permitir que familiares les acercaran medicinas y alimentos, hasta el lunes por la noche. O sea, un chico en tratamiento médico y una madre sin antecedentes fueron encarcelados durante tres días, en inhumanas condiciones, sin haber cometido delito alguno.

Finalmente, el lunes, la fiscal reconoció que no había ninguna prueba en contra de ellos y fueron dejados en libertad. Los videos disponibles no mostraban que se hubiera cometido robo alguno, ni obraba nada denunciado como robado, ni nadie denunció a nadie. Curiosamente, la violencia sufrida por el joven y su madre no fue registrada por ninguno de los tantos videos.

La mentira policial

Respecto de este hecho, publicaciones y declaraciones del propio Jefe Departamental Marcos Schmunk dieron cuenta de que, cerca de las 19:40 horas del pasado viernes, el personal policial requerido en el segundo cuartel se había encontrado que vecinos, luego de una intensa riña, habían aprehendido a un joven de 20 años de edad porque había ingresado al interior de un automóvil y robado un par de anteojos, y que luego intentó robarse una moto. 

Del mismo modo, la Policía relató que, al momento de proceder al traslado de este masculino, la madre del aprehendido, con palabras irreproducibles y a los manotazos, pretendió impedir el traslado, razón por la cual también la detuvieron, disponiendo la Fiscalía que quedaran alojados.

Textualmente, el parte oficial de la Policía Departamental Gualeguay del 18 de  agosto dice que quedaron “alojados en nuestras cómodas habitaciones para recapacitar de las indebidas acciones cometidas por los integrantes de esta familia”.

Conclusiones

Los relatos, los antecedentes, la realidad y las mentiras demuestran no solo la permisividad de la Jefatura local a los abusos de fuerza innecesarios e injustificados de parte de su personal, sino que, también, dispone su aparato de prensa para encubrirlos con mentiras.

Esta situación debe ser una señal de alerta para que los gualeyos exijamos una Jefatura sin zonas liberadas, que actúe en toda su jurisdicción atacando el crimen en su gestación.

Norman Robson para Gualeguay21

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