Gualeguay: Violencia entre bandas infantojuveniles
Todos hemos visto en la tele alguna de esas películas que muestran el enfrentamiento entre bandas callejeras y su impacto social, pero verlo acá, en Gualeguay, en vivo y en directo, sin pantalla mediante, definitivamente, es otra cosa.
Sí. Lamentablemente, un sector de nuestra ciudad, en el Cuarto Cuartel, es escenario de un violento enfrentamiento entre bandas infantojuveniles de diferentes barrios de nuestra ciudad.
Si bien el “campo de batalla” puede ser cualquier espacio, este enfrentamiento está teniendo hoy por escenario los alrededores del Cementerio Municipal, ya que las bandas en cuestión están conformadas por vecinos de los barrios Rocamora y Holanda, por un lado, y, por el otro, del 62 Viviendas, San Roque y alrededores.
El enfrentamiento no es nuevo, pero sí es novedoso el nivel de violencia. Armas tumberas, machetes, tiros y amenazas de muerte son la moneda corriente entre los gurises devenidos matones, sus familias y los inocentes vecinos, conformando un escenario donde se ha naturalizado la violencia.
Pero lo que es realmente escalofriante es la proporción de menores de edad dentro de estas bandas: 90 por ciento. O sea, estamos hablando de un centenar de gurises involucrados en el uso de armas, amenazas de muerte, agresiones físicas, daños a la propiedad, etcétera, etcétera.
Del mismo modo, también asustan las características de estas bandas, las cuales, lejos de sus versiones hollywoodenses, son amorfas, sin lideres, ni consignas, ni, mucho menos, códigos. Son hordas de gurises, con importantes niveles de adicción, violentos por mera violencia, y con un importante rencor contra la realidad a la que están condenados.
La historia reciente
Según surge de las crónicas, la semana pasada se habría desmadrado el enfrentamiento llegando a mayores a raíz del manifiesto encono contra un joven de 24 años del lado norte del Cementerio, supuesto miembro de la banda de ese lado.
De acuerdo a los relatos recabados, la banda del lado sur, compuesta por unos 15 a 20 gurises, atacó a la familia de este joven, quien está con prisión domiciliaria con una tobillera electrónica, desplegando un peligroso poder de fuego tumbero, molotovs incluidas, más machetes y palos, amenazando reiteradas veces que lo matarían a él y a su familia.
A partir de esta situación, la madre del joven denunció en la fiscalía local todo lo ocurrido, señalando en detalle quienes habían sido los autores, todos parte de la banda del lado de los barrios Rocamora y del Holanda, entre otros.
Fundados en esta denuncia, la Justicia ordenó a la Policía una serie de allanamientos en esos sectores apuntados secuestrando armas, municiones y otros elementos, y trasladando a Jefatura unos 18 gurises. De estos, 8 resultaron detenidos y puestos a disposición de la Fiscalía.
Finalmente, como reacción a estos operativos, las familias allanadas recurrieron a la Justicia denunciando a la mujer y a otros vecinos del otro lado como promotores de las bandas, engrosando y “embarrando” el expediente, y dilatando cualquier esclarecimiento del caso.
La génesis del problema
Esta situación no es casual, sino que obedece a un combo de factores causales en los que el Estado, por omisión o ausencia, tiene mucho que ver. Tan es así que estos sectores de la ciudad han sido sistemáticamente liberados a su suerte en las últimas décadas.
Prueba de esta realidad es la ausencia institucional en los territorios, donde no llegan la salud, la educación, la seguridad, el empleo, ni ningún tipo de asistencia social, y sus residentes, sin acceso alguno a sus derechos fundamentales, son meros ciudadanos de segunda excluidos del sistema, con todos los rencores y resentimientos que esto implica.
De este modo, los gurises en cuestión, a uno y otro lado del Cementerio, fueron expulsados de las escuelas, viven hacinados, no reciben asistencia social de ningún tipo en los múltiples problemas que los aquejan, y solo encuentran “contención” en la calle, donde crecen “libremente” sin presencia policial que imponga el orden.
O sea, estos gurises son producto de un estado ausente que los condenó a un presente tan indigno que todo les está prohibido, y a un futuro tan desalentador que no tienen nada que perder.
Esto no es nuevo. Tan extensa ha sido esta ausencia del estado que muchos de los que hoy integran estas bandas son segunda generación de excluidos, consolidando de ese modo un profundo desorden moral en el seno de esas familias.
Ésas familias, sin salidas a su alcance, ven reafirmada no solo su marginalidad, sino también la vulnerabilidad de sus gurises, la cual, hasta donde se puede apreciar, se presenta irrecuperable.
Ahora bien, vale remarcar que esta situación no es única o aislada, sino que es común a toda la periferia de la ciudad y a muchos sectores de los cuatro cuarteles, donde la exclusión y la violencia se han naturalizado, al punto de que las miserias y los tiroteos ya no asustan a nadie.
Para peor, no hablamos de un número estático de gurises involucrados, el cual supera ya el par de miles, sino que estas cifras se potencian aceleradamente en el tiempo, proyectando un escalofriante horizonte inmediato.
Que hace el estado
Sumida en el desinterés y la indiferencia, y justificándose en la impotencia, la Policía solo recurre a la estigmatización de los sectores, profundizando su liberación, y victimizándose mediáticamente aludiendo sufrir el ataque virulento de esos vecinos, cuando un 80 por ciento de ellos son trabajadores decentes de la ciudad.
Por otro lado, la Educación celebra tenerlos lejos de la escuela, y brega porque así sea, evitando hacer cumplir cualquier medida de inclusión escolar y ocultándole a la sociedad la realidad de los índices de abandono.
Por último, las carteras sociales brillan, sean provinciales o municipales, en lugar de bajar al territorio con asistencia real e intervenciones concretas, se limitan al discursos político y a la mera foto, mientras que en el escenario brillan por su ausencia.
Entre todos estos, la Justicia, atada a una legislación permisiva, y sin apoyo logístico o político para brindar soluciones correctivas, apenas puede esbozar medidas que no prosperan con resultados sustentables.
Por lo tanto, si bien cualquier corrección demorará su tiempo, de no mediar medidas urgentes, serias y sustentables, con un compromiso político que las respalde, el pronóstico social sobre estos escenarios es reservado y extremadamente preocupante, ya que, tarde o temprano, se replicará en toda la comuna.
Norman Robson para Gualeguay21