La intervención virtuosa del Estado

La semana pasada, un gobierno, en uso de su poder, se opuso a que una firma comprase la filial de otra porque provocaría un desequilibrio en el mercado donde ambas operan.
Esta noticia no llamaría la atención si fuese en Venezuela o en algún recóndito país del mundo donde impere una izquierda o un socialismo con una importante regulación de la vida económica, algo que por acá detestamos.
Ahora bien, cuando el gobierno en cuestión es el de los Estados Unidos de América y las firmas son John Deere y Monsanto la cosa se pone, por lo menos, llamativa.
Lo que pasa es que los americanos vieron que con esa compra se concentraría el control del 86% del mercado de maquinarias para agricultura de precisión en una sola empresa, algo que atentaría directamente contra la salud económica del país.
Por ese motivo, el Departamento de Justicia de ese país, por oficio y siguiendo la recomendación de su oficina de Defensa de la Competencia, inició acciones para impedir la operación, considerando que la misma “dejaría a los productores estadounidenses expuestos a precios más altos por falta de competencia”.
Cabe destacar que tal es la magnitud del negocio en juego, y tal su impacto en el mercado, que entre ambas empresas, durante 2015, facturaron por venta de equipos para agricultura de precisión unos mil millones de dólares.
Este ejemplo deja claro el significado de una intervención virtuosa del Estado, algo que es muy mal visto en estas tierras por la propia ignorancia que la dirigencia tiene al respecto.
Es tiempo que entendamos que, más allá de la retrógrada discusión entre izquierda y derecha, gobernar un territorio es, en gran parte, ordenar la convivencia en el mismo, y, para ello, es necesario controlar y regular la vida de las personas que en él viven.
Sino, miremos al norte.
Norman Robson para Gualeguay21
