16 mayo, 2025 9:20 pm
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La Misericordia es una puerta que no se cierra

El domingo pasado el Papa Francisco presidió la solemne conclusión del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Al cerrar “la Puerta Santa” dejó bien en claro que esto no significa poner fin a la cercanía de Dios para con su Pueblo.

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Con esta oportunidad nos regaló a toda la Iglesia una Carta Apostólica titulada “Misericordia et misera”, expresión en latín tomada de la Predicación del gran obispo San Agustín.

Como te decía, nos aclara que “la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia” como si lo común fuera su ausencia. Al contrario, haber rezado y reflexionado debe ayudarnos a incorporar de modo cada vez más pleno esta certeza de ser amados por Dios “hasta el extremo” (Jn 13), sin límites.

En los primeros renglones de la Carta nos propone meditar sobre el pasaje del Evangelio en el cual le traen a Jesús una mujer que había sido sorprendida en adulterio, y a la cual todos ya habían sentenciado a morir apedreada (Jn 8,1-11). Losgestos del Maestro, sus silencios, sus pocas palabras logran que los acusadores se retiren avergonzados, no sin antes soltar las piedras que se disponían arrojar sobre la acusada. En el centro, reflexiona el Papa, está “el amor de Dios que sabe leer el corazón de cada persona, para comprender su deseo más recóndito, y que debe tener el primado sobre todo”.

Qué hermoso y consolador es saber que Dios mismo lee con amor mi pobre y sencillo corazón. Y Francisco le da una vuelta más: “Jesús ha mirado a los ojos a aquella mujer y ha leído su corazón: allí ha reconocido el deseo de ser comprendida, perdonada y liberada”.

¡¡¡Cuánto amor en esas miradas que se buscan, se cruzan y se detienen!!! El poder del amor con infinita ternura, y la fragilidad quebrada que solo espera una mano amiga y redentora. La soledad del hastío y haber experimentado apenas hace un ratito el deseo de matarla en quienes la empujaban delante del “Juez”, y la vida nueva que el Señor le ofrece. Dos miradas. En una, la sed; en la otra, el agua. En una, el vacío; en la otra, la plenitud. Ojos de esclava ante ojos del liberador.

En esos instantes de silencio pareciera detenerse el mundo. No como cuando se tiembla de miedo sino como la alegría que desborda incontenible. ¿Se puede llorar de alegría?  ¡¡Claro que sí!! Imaginate vos en ese momento. Si podés tomate unos momentos para rezar y disfrutar de la mirada de Jesús.

Y me hizo acordar a otras miradas de Jesús en el Evangelio. A Mateo, a Zaqueo, al joven rico…

Podés buscar la Carta Apostólica en Internet y leerla completa:  http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_letters/documents/papa-francesco-lettera-ap_20161120_misericordia-et-misera.html

Hoy comenzamos nuestra preparación para las celebraciones navideñas. El tiempo litúrgico del Adviento busca preparar el corazón para que lo abramos a la misericordia de Dios.

En esta semana que pasó tuve la oportunidad de participar en un Congreso en Roma sobre drogas y crimen organizado. El evento fue convocado por la Pontificia Academia de las Ciencias, un organismo del Vaticano que se dedica a convocar especialistas y académicos de diversas disciplinas para el análisis de problemáticas complejas.

El jueves nos visitó el Papa para alentar la tarea y dejarnos su mensaje, palabras que renuevan en la Esperanza y estimulan a tantos hermanos y hermanas comprometidos en el servicio a quienes se esfuerzan por dejar el consumo y recuperar una vida más digna. Mientras lo escuchaba me venían a la memoria y el corazón rostros concretos de los que se juegan cotidianamente en el cuerpo a cuerpo.

Te comparto algunos párrafos de su mensaje en el cual se refirió a la adicción como “una nueva forma de esclavitud”.

“Cada persona tiene una historia particular que debe ser escuchada, comprendida, amada y, en cuanto sea posible, sanada y purificada.”

Por eso señaló que “la rehabilitación busca devolverles la alegría y que recuperen la dignidad que un día perdieron…”.

Destacando el lado mafioso del narcotráfico señaló: “No queda otro camino que el de remontar la cadena que va desde el comercio de drogas en pequeña escala hasta las formas más sofisticadas de lavado, que anidan en el capital financiero y en los bancos que se dedican al blanqueo de dinero sucio”.

Dios nos conceda llevar a la práctica el bien en los temas y preocupaciones que hemos compartido.

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo coadjutor de San Juan y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social