Más vigente que nunca
Hace 19 años atrás, él sacó la foto equivocada, y un sábado, un año después, se la cobraron. Un obsecuente, uno como esos que hoy están tan de moda, lo mandó a apretar porque había incomodado a su jefe. Unos horneros tomaron el mandado, pero se pasaron, lo mataron, y lo quemaron.

Era la temporada del 97 en Pinamar, y él laburaba para Noticias.
Un año antes había escrachado a Don Alfredo, al mismo que ya había dicho: “Sacarme una foto a mí es como pegarme un tiro en la frente…”.
Igualmente, a pesar de la amenaza, la tapa de Noticias del 3 de marzo de 1996 mostró a Don Alfredo junto a su mujer paseando por la playa. El título fue “Yabrán ataca de nuevo”.
Pasó casi un año. Llegó la temporada siguiente. El cumpleaños de Andreani estaba en lo mejor pero él decidió irse a dormir. Se despidió.
Él no sabía que afuera acechaba la banda de los Hornos. Lo estaban esperando. Lo siguieron. Lo secuestraron. Le vendaron los ojos. Lo ataron de pies y manos. Lo llevaron a la cava de General Madariaga. Hicieron que se arrodillara. Lo ejecutaron. Pusieron su cuerpo de vuelta en el auto. Lo prendieron fuego.
La mañana de aquel 25 de enero de 1997 la columna de humo alertó a alguien que a la vez alertó a la policía.
La zona había sido liberada. La policía estaba involucrada.
Los medios del país y del mundo, de inmediato, se conmovieron.
José Luis Cabezas había sido ejecutado en Pinamar.
En febrero de 2000, un juicio oral y público condenó a los cuatro horneros, Horacio Braga, José Auge, Sergio González y Héctor Retana, al obsecuente jefe de seguridad de Yabrán, Gregorio Ríos, y a los policías involucrados, Sergio Camaratta, Aníbal Luna y Gustavo Prellezo.
Alberto “La Liebre” Gómez, comisario de Pinamar, también fue condenado por haber liberado la zona para que los horneros trabajaran tranquilos.
Pero dos años antes, el 20 de mayo del 98, librada ya la orden de su detención, Alfredo Yabrán se suicidó acá en el sur entrerriano, disparándose con una escopeta que lo dejó irreconocible.
Hace 18 años, la fría inescrupulosidad del poder, sin miramientos hacia la vida humana a la hora de tapar la verdad, había quedado al desnudo ante el estupor del pueblo. Tres años después se hizo justicia.
Los argentinos de aquel entonces querían justicia. Los argentinos de hoy también quieren justicia.
Norman Robson para Gualeguay21