Nace y crece un Nuevo Dunat
Al noroeste de nuestra ciudad, del otro lado de la Defensa Costera, donde impera un altísimo riesgo hídrico, justo donde antiguamente estaba la vieja cantera de tierras blancas, el Nuevo Dunat crece al mismo ritmo que crece la miseria.
En los últimos tiempos, se han levantado en ese sector unas veinte construcciones en extremo precarias, de las cuales, muy pocas, están levantadas con algunos materiales, mientras que la gran mayoría los han hecho, y los están haciendo, utilizando chapas viejas, nylon y, más que nada, tarimas de madera y silobolsa.
Según lo que ellos mismos cuentan, cada uno levantó sus improvisados armados con lo que consiguió, sin nunca recibir ayuda de nadie, y los convirtió en su nuevo hogar.
De acuerdo a lo relevado individualmente, son unas cuarenta personas mayores con más de 60 gurises de diferentes edades, que se instalaron sin ningún tipo de planificación urbana, y hoy sobreviven sin agua corriente, sin cloacas, sin desagües, con conexiones eléctricas en extremo peligrosas, y con vías de acceso intransitables.
Del mismo modo, se comprobó la ausencia de la salud, de la educación, de la seguridad, y de la mismísima Secretaría de Acción Social, lo que le ha demostrado a esta gente que, a pesar de encontrarse dentro de su jurisdicción, la Municipalidad es indiferente a sus más básicas necesidades urgentes.
Al Nuevo Dunat, aunque todo esté seco, no llega el transporte público, menos los basureros, difícilmente una ambulancia, ni hablar de remises, mucho menos un patrullero. Ni pensar que es lo que pasa cuando llueve. Ni pensar cuando crece el río.
Pero, como siempre, lo más preocupante es la calidad de vida de los gurises, allá y acá, todos conviviendo en un marco de degradado estándar sanitario, en condiciones casi infrahumanas, con un alto índice de hacinamiento, rodeados por aguas servidas, y no lejos de sus propias heces al cielo abierto.
Debido a esta realidad, la calidad de vida de estos vecinos está muy por debajo de lo humanamente aceptable, desprovistos de cualquier derecho, pero, a pesar de eso, sin perder la dignidad, lo que les ha permitido conformar una comunidad de estrecho vínculo en la lucha contra lo que les deparó el destino.
Así, estas familias, en su mayoría conformadas por parejas, hoy desocupados, sobreviven criando bovinos, ovinos y porcinos, aves de corral, con mujeres y jovencitas que se dedican a coser mates, con hombres y jovencitos que se dedican a hacer ladrillos, y que, cuando se les complica, no dudan en salir a hacer alguna changa.
Hoy, 2015, luego de ser negados por años, esta gente no baja los brazos y sigue luchando, por la justicia, por la dignidad, por sus hijos, y, a pesar de la adversidad, con una radiante y cordial sonrisa.
Norman Robson para Gualeguay21