Nuestro caos vial de cada día
Desde hace tiempo inmemorial, Gualeguay adolece de un desorden caótico de su tránsito, mientras todas sus administraciones coincidieron en ignorarlo, culpar del mismo a los vecinos, y aprovechar la oportunidad para recaudar. Pero la paciencia de los vecinos cada vez es menos.

Los distintos responsables del área, a lo largo de la historia, mas allá de sus capacidades y moralidades, nunca pudieron actuar en el marco de una estrategia que les permitiera ordenar la ciudad, sino que, en su mayoría, terminaron avocados solo a recaudar para la corona.
Una revisión rápida de esta historia nos permite confirmar que nunca se aplicaron otras medidas que la de los operativos de secuestros llevados a cabo en lugares previsibles, dentro del casco céntrico, liberando el resto del tiempo y al resto del espacio a la libre violación de normas.
O sea, de ese modo, se impuso y se impone el orden solo cuatro horas de las veinticuatro del día, y solo en veinte manzanas de las más de mil hectáreas de la ciudad. O sea, el 80 por ciento del tiempo, el 95 por ciento de la ciudad está liberada al libertinaje vial.
Como si esto fuera poco, en los horarios escolares, frente al guarda municipal desfilan los motocolectivos, con una mamá y n gurises arriba, y, en los horarios bancarios, motociclistas sin casco hacen los mismo frente a la custodia del banco. Ni hablar en los ingresos y egresos de los boliches los viernes y sábados.
De este modo, a nadie le caben dudas de que nada se solucionará haciendo lo mismo que se viene haciendo desde hace años y años, como a nadie, tampoco, le caben dudas ya de que el sistema de los operativos no resulta, y así lo demuestran las estadísticas.
De la misma manera, nadie le cree a los intendentes que, en su incapacidad e impotencia frente al problema, solo atinan a culpar a los vecinos, a los gurises, a los padres, y, porqué no, hasta a los propios abuelos también.
Por último, nadie cree, tampoco, que cada vez más trabajadores municipales que ganan míseros salarios mensuales, sin capacitación alguna, puedan llevar adelante acciones que ayuden a solucionar nada.
La solución a esto, definitivamente, no es fácil, pero, sea cual sea, sí demanda el compromiso político del Poder Ejecutivo para el diseño y aplicación de políticas públicas que antepongan el ordenamiento de la convivencia en la ciudad a la mera recaudación.
Del mismo modo, la solución también demanda que, antes, el Poder Ejecutivo acepte que el orden público de una comunidad siempre es su responsabilidad, y que debe imponerlo a través de la fuerza pública, sea policial o comunal.
Así lo entendió el ex-intendente José Jodor en el 2004, quien para solucionar el tema firmó un convenio con la Policía de Entre Ríos para la acción conjunta en el control del tránsito.
En realidad, Jodor sabía que el orden público no resultaba de medidas aisladas, menos si eran solo recaudatorias o confiscatorias, sino de medidas estratégicas y constantes en el marco de una política pública. Por supuesto, en aquel entonces, el acuerdo nunca llegó a aplicarse en el territorio y, rápidamente, fue olvidado.
En definitiva, los responsables que no están nunca a la altura del cargo, los agentes municipales que la incapacidad de enfrentar el problema siempre los vuelve intolerantes, y los políticos caprichosos que solo quieren recaudar mientras le echan la culpa a los vecinos, son los artífices exclusivos del caos actual.
Por lo tanto, todo esto recae en la exclusiva responsabilidad del Poder Ejecutivo Municipal, quien no cumple con sus deberes públicos de definir un conjunto de medidas, y de conformar un área con funcionarios a la altura de la situación, para garantizarnos una convivencia pública en orden.
O sea, la solución demanda que el Poder Ejecutivo tome la decisión política de incorporar la problemática en su agenda, de poner a trabajar su gente en el diseño de medidas que atiendan el orden en toda la ciudad las 24 horas del día, de nombrar un responsable a la altura del desafío, y de conformar un cuadro de agentes aptos, pagarles un salario digno, e invertir en ellos la capacitación necesaria.
De este modo, y no mágicamente, con el acompañamiento de la Policía y la Justicia, podría irse corrigiendo la situación de cara a un ordenamiento real del tránsito, el cual se consolidará conforme pase el tiempo y se vaya naturalizando el acatamiento se las normas.
Caso contrario, el Ejecutivo puede optar por insistir en los caprichos históricos, seguir culpando a las familias, y dejar que los gurises roben o se maten a gusto. La pelota está en la cancha municipal, lo que hagan con ella es su exclusiva responsabilidad.
Norman Robson para Gualeguay21