Pascua, locura de Amor
¡Feliz Pascua! Para vos, para mí, para “tus” ellos y los míos. La palabra “pascua” significa “tránsito”, “paso”. Es pasar de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad. De las tinieblas a la luz…

Jesús lo había asegurado a sus discípulos: “Vine para que tengan Vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)
Esa vida nueva que nos ofrece Jesús Resucitado no es un “agregado” externo, no es una “cosa”, sino la fuerza del Espíritu que nos transforma desde adentro. Por eso, a pocos renglones de terminar la Biblia se nos dice: “Yo hago nuevas todas las cosas (…) Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (Ap. 21, 5-6). Jesucristo es el Señor de la Historia. En una tarjeta de Pascua que me regalaron decía “Dejarán de llorar los que lloraban,/ brillará en su mirar la luz del sol,/ ya la causa del hombre está ganada:/ ¡Resucitó el Señor!”.
La Vida eterna es mucho más que una vida más larga. El efecto de la Pascua no es como prolongar la “fecha de vencimiento” en un envase de mayonesa, no es más de lo mismo. Es algo de verdad nuevo.
Para entender esto debemos cambiar de mentalidad. San Pablo lo decía de este modo: “Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios (…) No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rm 12, 1-2). Hace falta no acomodarse para pasarla bien con careta de creyente piadoso, sino cambiar de verdad nuestro modo de pensar y de tratar a los demás. Se notará la Pascua si logramos pasar de la globalización de la indiferencia a una sociedad solidaria.
Y esto se expresa de modo patente si tenemos relaciones nuevas con los pobres, con mi familia, con las cosas… En la Pascua celebramos que Jesús muere y resucita, da la vida por vos, por mí, por tu familia, por tu esposo o esposa, por tus hijos, tus primos, tus vecinos, tus compañeros… Por toda la humanidad.
El Amor de Dios es incondicional. Es previo a portarse bien o mal. No requiere previamente un certificado de buena conducta. Es así; ama hasta la locura. Podemos decir que Jesús se volvió loco de amor por todos nosotros.
Por eso decimos que en cada Pascua renace la esperanza. Con belleza escribió Francisco: “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto. En un campo arrasado vuelve a aparecer la vida, tozuda e invencible. Habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo”. (Evangelii Gaudium, 276)
Esta imagen del campo arrasado es muy elocuente. Varias veces he visto con desolación grandes extensiones después de alguna inundación, o sembrados comidos por plagas. Y al tiempo comienzan a aparecer tímida pero irrefrenablemente algunos brotes que con los días devuelven verdor a la tierra.
Me acordaba de esto el Jueves Santo. Me emocioné viendo escenas del Papa lavando los pies a algunos hombres y mujeres recluidos en una cárcel de Roma, y a un niño en brazos de su mamá. Ante cada uno Francisco se arrodillaba, lavaba, secaba, besaba y levantaba la cabeza para cruzar su mirada con quien estaba sentado delante suyo, y decir una palabra de bendición que acompañaba al gesto de ternura delicada. Muchos derramaron lágrimas. ¿Cuándo habrá sido el último gesto de cariño limpio que aquellos presos recibieron? El amor hace brotar posibilidades nuevas en el corazón humano.
La vida vence a la muerte; el amor al odio; la paz a la violencia. Sin desconocer la fuerza brutal y destructiva de las tinieblas, yo elijo mantener la luz encendida y compartirla con vos.
¡Feliz Pascua!
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social