Se te escapó la tortuga
Es un dicho que solemos usar para expresar que hay oportunidades que se nos pierden por no tener una actitud de responsabilidad ante la vida, y por no saber valorar el momento, por dejarnos estar.
Podemos decir que muestra una dejadez prolongada ligada a la pereza que nos hace “dejar para mañana lo que podemos hacer hoy”. Y esto nos puede suceder en el ámbito del estudio, del trabajo, de los arreglos en la casa, de las compras, etc. O también en nuestra dimensión espiritual.
Un himno que rezamos en la Liturgia de las Horas expresa: “Mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana”.
Pero hoy otro dicho que en algo difiere del de la tortuga: “Al mejor cazador se le escapa la liebre”. Aquí no hay pereza, pero sí la pérdida de una oportunidad. Tal vez exceso de confianza en uno mismo, o falta de preparación. O subestimar la situación. Todos podemos tener un descuido o distracción.
Hoy comenzamos un nuevo Tiempo Litúrgico, el Adviento, que nos llevará a preparar la vida para la próxima celebración navideña. Muy pronto comenzarán algunos “estímulos” de afuera que son tentaciones para desviarnos de lo central. Comenzará a aparecer Papá Noel por todos lados, ofertas de compras y seremos presa de las preocupaciones (cuando no de discusiones) acerca de adónde ir a comer el 24 y 25 de diciembre, cómo organizarnos para los regalos, etc.
Estamos a tres semanas de la Navidad. Por eso el llamado de alerta es para que no se te escape la tortuga. Tampoco presumas de manejarlo todo y que no se te piante la liebre.
Este consejo no te lo doy como quien sabe todo y siempre hace bien las cosas. Este domingo 3 de diciembre estoy cumpliendo 35 años de sacerdote. Y a mí me pasó varias veces de perder liebres y tortugas.
Pero volvamos al principio. La Palabra “Adviento” significa visita, llegada de alguien importante que es esperado. Lo más fascinante es que esperamos a quien ya ha venido, a quien está presente. En este sentido, “el esperado” es “el ya presente pero no descubierto del todo”.
Una invitación a escuchar, ver, palpar, la presencia de Cristo Vivo.
Hay una triple mirada acerca de la visita del Señor: la primera en la cual vino humilde en el Pesebre de Belén, la tercera que acontecerá al final de los tiempos, y la intermedia, que acontece cada día.
Por un lado miramos a la Navidad (pasado), al futuro (el fin de los tiempos) y el presente (la experiencia de Encuentro en la Liturgia, los pobres, la comunidad, la misión).
Contemplando el pasado hacemos memoria de los inicios de la obra salvadora de Dios, del cumplimiento de las promesas hechas a los profetas.
Mirando el futuro reconocemos la culminación de nuestra vocación: la plenitud de vida, la santidad, la alegría desbordante.
Y así nos ubicamos en el presente como tiempo de trabajo. No es una espera pasiva de lo porvenir, sino de preparar el terreno, sembrar, buscar a Jesús en los pobres, disponer el corazón para el encuentro cotidiano.
Por eso el Evangelio que hoy proclamamos nos empuja a estar atentos al tiempo presente, mirando al pasado y al futuro. Nos abrimos a la esperanza. No es una invitación a la ilusión ni al dramatismo, sino al realismo del tiempo concreto.
Por eso te sugiero realices algún propósito concreto para las próximas semanas: lectura de la Biblia, visita a alguien con quien estés con enojo, atender a los pobres o enfermos.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social