Turismo: Continúa el desafío gualeyo
Sus patrimonios naturales y culturales, más su estratégica ubicación geográfica, definen el gran potencial de Gualeguay como destino turístico, pero, como la política nunca supo capitalizar eso, ese sigue siendo uno de sus grandes desafíos.
Tan es así que, dos décadas atrás, ya sabíamos de los beneficios de la industria sin humo y de las características que aún nos distinguen, pero nadie supo, o pudo, o quiso capitalizar esos atributos para imprimirle a Gualeguay un desarrollo turístico sustentable.
El potencial
El enorme potencial turístico de Gualeguay radica tanto en su especial ubicación geográfica como en la diversidad de sus atractivos culturales y naturales, todo particularmente valioso como argumento de distinción respecto de otras ciudades.
En este sentido, vale destacar que nuestra ciudad se ubica a solo dos horas de un tercio de la población del país con mayor poder adquisitivo, una distancia que la convierte en destino ideal para el turismo de fin de semana.
Del mismo modo, el caudal cultural de Gualeguay, propio de una ciudad de más de dos siglos, con valiosos y reconocidos argumentos, tanto artísticos como históricos, le atribuye la posibilidad de realizarse como un atractivo de gran demanda desde las grandes urbes.
De igual manera, los diferentes escenarios naturales, tanto rurales como rivereños, marcadamente diferenciados según sea hacia el norte o hacia el sur, todos ricos en fauna y flora, también conforman una seductora propuesta para un cada vez mayor segmento de demanda.
Estos recursos son nuestros, representan una ventaja competitiva que nos diferencia, y están a la espera de que, a través de políticas de estado que seduzcan y motiven la inversión sean convertidos en productos turísticos.
Otros atractores
Estos recursos mencionados son suficientes para construir sobre ellos un auspicioso proyecto turístico, sin la necesidad de grandes atractores del turismo, tal como pretendieron serlo las frustradas ideas del autódromo y de las termas, y como debería serlo el carnaval.
Si bien estos productos pueden atraer puntualmente grandes masas turísticas, difícilmente justifiquen por si solos la infraestructura necesaria para desarrollar el destino, ya que el destino precisa de todo un calendario para que la infraestructura pueda ser costeada.
Dicho de otra forma, no basta para el desarrollo turístico de una ciudad la radicación de una mega atracción, sino la conformación de un calendario turístico, combinado con un espectro de atractivos, y una infraestructura acorde a estos, todo, de ser posible, en el marco de un plan sustentable que se proyecte en el tiempo.
Ahora bien, Gualeguay hoy está desaprovechada, laten en ella innumerables posibilidades, y, a pesar de ello, ha perdido en el tiempo propuestas (cuatris), eventos (recitales) e, incluso, camas (cabañas), relegándola como oferta turística.
Política de Estado
De este modo, la ciudad hoy no necesita ni promoción, ni un gran atractor, sino, más que nada, incluir el desarrollo turístico a la agenda del Estado, señalando un horizonte en el que lo público, lo privado y la sociedad estén de acuerdo.
Por ejemplo, en base a los patrimonios y a la ubicación geográfica, Gualeguay podría apuntar a instalarse como destino de fin de semana durante todo el año, promoviendo el desarrollo de productos vendibles vinculados a nuestros patrimonios: nuestro río, nuestro campo, nuestra historia y nuestro arte.
Pero, para hacer esto, aparte de la voluntad política, debe establecerse un estrecho vínculo entre el Estado y los privados para que, juntos, puedan ir marcando el camino a seguir en la tranquilidad de que el esfuerzo no caiga en saco roto.
Cabe recordar que muchos creyeron en un Gualeguay turístico e invirtieron en cabañas, las cuales hoy están dedicadas a viviendas. Esos, como tantos otros, deberían ser reconquistados e incorporados a un proyecto turístico de ciudad.
Carnaval, termas y autódromo
Uno es realidad, mientras los otros dos solo nos recuerdan frustración, pero no deben ser descartados, sino que deben ser tenidos en cuenta en el marco de un sueño turístico factible.
Nuestros corsos, más allá de lo que nos quiere hacer creer el Estado, son un evento destacado que se instala cada vez más en el país, pero ningún otro proyecto resistirá que se imponga el carnaval exclusivamente y se prohíba cualquier otra propuesta.
Es preciso que este producto exitoso se integre a una oferta global, la lidere si se quiere, y conviva en un concierto de propuestas, sirviendo como tractor a toda la propuesta del destino.
Por su parte, las termas, todavía en la caprichosa agenda municipal, solo contribuirán al desarrollo del destino en el marco de un todo, y no por si sola, ya que sola sería algo similar a la caza de patos, propuesta donde los turistas ni conocen la ciudad, ni vuelcan un centavo en otras propuestas.
De igual modo, el famoso autódromo podría resucitar como alternativa si, también, se lo proyecta como parte del desarrollo del destino, ya que no se puede sobredimensionar una oferta para solo cuatro o cinco fechas anuales.
Ahora bien, nada de todo esto tendría sentido si la confitería de la esquina sigue cerrada a merced del capricho de un empresario, al igual que el shopping y el cine, o como el balneario y el camping municipal, o si lo que está abierto no tiene postnet, o los cajeros no tienen efectivo, o si en Puerto Ruiz no hay un baño o si en la Costanera no encuentro agua caliente para el mate y me tapa el humo del basural.
O, lo que es peor, si algunas de sus instituciones intermedias, para justificarse, promueven a los cuatro vientos la falacia de que acá está todo contaminado: río, napas, aire, etcétera.
Demanda de desarrollo
A diferencia de lo que se cree, no se construye un destino promocionándolo, sino, como primera medida, promoviendo la generación de propuestas y eventos, más la infraestructura que los contengan, paso a paso y sincrónicamente.
De nada sirve invertir en promoción si el que venga no va a ver satisfechas sus expectativas, pues esa persona nunca más volverá y sus comentarios serán nefastos entre sus allegados.
Por lo tanto, Gualeguay podría encaminarse hacia su pretendido destino turístico si el Estado incorpora ese desafío a su agenda política, si éste se alinea con los privados y toda la comunidad detrás de un objetivo consensuado, y, por supuesto, si se trabaja más en el marco de un proyecto y no por una efímera foto entre plumas y espuma.
Hoy, otra funcionaria, Carolina Larrateguy, asume este desafío, ojalá ella, y el Ejecutivo, logren, aunque sea, encaminar a Gualeguay en este sentido.
Norman Robson para Gualeguay21