5 octubre, 2024 2:38 am
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¿Ya pasaron 5 años?

Estamos muy cerquita de que se cumplan 5 años de que Francisco fuera elegido Papa para los católicos del mundo el 13 de marzo de 2013. A la vez, Francisco es reconocido como un líder espiritual por referentes de otras confesiones religiosas y es muy valorado y escuchado en otros ambientes.

Científicos, políticos, economistas, líderes sociales, presidentes de países centrales y periféricos han expresado con claridad: hace rato que no veíamos un liderazgo ético y moral global como el de Francisco.
En sus 5 años de papado, en muchas ocasiones me he referido a las características de ese liderazgo, aspectos que nos ayudan a rezar, pensar, actuar. Nos señala nuevas avenidas por las cuales andar nuestra fe, actualiza permanentemente el mensaje de Jesús distinguiendo a los marginados y olvidados de nuestro tiempo en las esquinas secundarias de la vida. Les propongo repasemos juntos esas características:
Coherencia
Solemos expresar que “del dicho al hecho hay un largo trecho”. En Francisco no. Dice lo que piensa, hace lo que dice. Él va primero. Vive austeramente, recibe a los pobres, privilegia a los enfermos.
Lenguaje claro. Sabe lo que quiere y lo expresa sin ambigüedades. Los lemas o frases cortas que utiliza son contundentes: Iglesia en salida, pobre y para los pobres. Pastores con olor a oveja, no con espíritu de príncipes.
Empatía
Se pone en el lugar del otro y “lo registra”. Es capaz de identificar a una persona en medio de una multitud, parar el “papa móvil”, bajarse, lograr cercanía, unos pocos segundos de diálogo y bendición. Y en ese gesto es capaz de lograr que muchos se sientan abrazados y tratados con ternura. Mira desde las periferias para incluir y abrazar a todos. La multitud no es masa anónima, sino pueblo, comunidad. Varios han señalado que siendo Arzobispo de Buenos Aires miraba al centro de la Ciudad desde las Villas.
Comunica con gestos
Solemos decir que “un gesto vale más que mil palabras”. Así lo percibimos en su agenda cuando sale de visita pastoral: Unidad penal, centro de rehabilitación de adictos, barrios, pobres, indígenas, trabajadores… Me hace acordar a una enseñanza de San Francisco de Asís a sus frailes: “Predica el Evangelio en todo momento, y si es necesario, usa palabras”. Cada Jueves Santo cuando se inclina en el lavatorio de los pies ante los pobres, junto con el agua derrama ternura y compasión.
Asume riesgos
No habla de fútbol con el diario del lunes. Se juega por lo que entiende que es bueno, no espera a tener todo seguro. Su horizonte no es el éxito fácil o rápido. Ha asumido riesgos importantes buscando diálogo entre Palestina e Israel, Cuba y Estados Unidos, impulsando los acuerdos entre las FARC y Colombia, visitando a Egipto aunque no faltaron quienes le aconsejaron que no fuera por cuestiones de seguridad. Tiene audacia apostólica.
Podría intentar resumir su enseñanza en pocos renglones, pero tomo una dupla que suele ser el poderoso motor invisible de los grandes cambios y avances superadores entre las personas, las comunidades, las sociedades: el perdón y la misericordia.
“Jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia” (Francisco, Asís, agosto 2016).
“Él nunca se cansa de perdonar; somos nosotros los que, a veces, nos cansamos de pedir perdón. Y no tenemos que cansarnos nunca, nunca. Él es el Padre amoroso que perdona siempre y cuyo corazón está lleno de misericordia para todos nosotros. Tenemos que aprender a ser más misericordiosos con todos” (Primer Ángelus de Francisco, 17 de marzo de 2013).
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

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