11 arqueros y una beata
Habitualmente, el deporte tiene espacios amplios en los diversos medios de comunicación. Entre las Olimpíadas, famosos torneos de distintas disciplinas, los pases en los equipos de fútbol locales, el inicio del Campeonato…
Mirando por televisión un partido de fútbol, se me ocurrió imaginar por unos instantes qué ocurriría si en ambos equipos los 22 jugadores fueran arqueros. El partido se hubiera desarrollado durante 90 minutos pateando tiros largos de un arco a otro. Aburridísimo.
Un equipo para un deporte es más que la suma de 11 sujetos, por más hábiles que sean. Ni 11 arqueros, o medio campistas, o delanteros son un buen equipo. Aun cuando reunamos a los 11 Nº 10 de las mejores selecciones del mundo, no estaríamos ante un buen equipo. Para ello hace falta diversidad en los puestos de juego cubriendo toda la cancha.
Pero demos un paso más. No basta la diversidad y la capacidad o habilidad de los 11. Es necesaria la búsqueda de la coordinación en orden a un objetivo común. El arquero debe saber a quién pasarle la pelota, quien a su vez debe saber cómo se moverán sus compañeros en el campo de juego.
La diversidad coordinada y orientada hacia una misma finalidad.
¿Qué hace falta entonces? Habilidad personal, cooperación grupal y discernimiento de cuál es el mejor lugar de cada uno para el equipo, entrenamiento, amor a la camiseta.
Pongamos otros ejemplos. Qué sucedería si en una casa hubiera sólo cucharas, sólo lavatorios, sólo ventanas; o solo medias, o solo lechuga…
Te propongo imaginar estos ejemplos como una alegoría de la vida en sociedad. Todos somos necesarios. Y somos necesarios no en la uniformidad sino en la diversidad integrada en orden al bien común. Nadie sobra. Nadie debe ser excluido económica y socialmente, ni tampoco por su manera de pensar o de vivir su fe.
San Pablo utilizaba la alegoría del cuerpo para hacernos ver que en la Iglesia todos los miembros somos importantes, justamente porque cumplimos funciones diversas, todas ellas atinentes para el desarrollo y plenitud del conjunto. Somos iguales en dignidad por nuestro origen y vocación. Todos estamos llamados a vivir en plenitud como hijos de Dios, y de eso se trata la santidad.
Ayer María Crescencia Pérez, una religiosa argentina de la Congregación de las Hermanas del Huerto, fue beatificada —un escalón previo a ser declarada Santa— en la ciudad bonaerense de Pergamino.
“Apenas comenzado el Año de la Fe, Dios regala a su Iglesia la beatificación de la Hna. María Crescencia Pérez, religiosa argentina de la Congregación Hijas de María Santísima del Huerto. La Hna. Crescencia nació en San Martín (Pcia. De Buenos Aires) el 17 de agosto de 1897 y murió el 20 de mayo de 1932 en Vallenar (Chile). En su familia, profundamente cristiana, aprendió a vivir con plena apertura a la voluntad de Dios y al servicio de los hermanos, en particular a los más débiles y sufrientes. Su vida como religiosa estuvo marcada por la sencillez, la oración y el cuidado de los pobres y los enfermos, manifestando que el Evangelio es capaz de dar plenitud y alegría a quienes viven según sus valores. Su vida de oración la llevó a una honda experiencia de Dios y a una profunda sintonía espiritual con los hermanos probados por el dolor. La devoción mariana y el deseo de dar a conocer a Jesucristo a sus hermanos marcaron su itinerario espiritual y apostólico.” (Mensaje de los Obispos de Argentina, 8.11.2012)
Uno de los motivos por los cuales ha sido declarada beata por el Papa Benedicto XVI es su vida entregada en el amor a Dios y al prójimo. Pero para ser reconocida como beata se constató que por su intercesión se produjo la curación de una enfermedad terminal sin explicación para la ciencia. Este milagro lo vivió María Sara Pane en el año 1995 quien le pidió a Crescencia por su salud. Y se curó.
Es muy hermoso que tengamos una nueva beata a la que rezarle, sentirnos acompañados por su bondad que desplegó en su paso por la tierra. Contamos con una “socia” más en el cielo.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social