El Abuelo: Un cóctel de pasión, compromiso y solidaridad:

La ausencia del Estado en zonas y situaciones críticas fue y es nefasta para nuestra sociedad, a la cual no le faltan miserias. Pero como no hay mal que por bien no venga, la crisis da a luz héroes, ejemplos de pasión, compromiso y solidaridad, así como también de sacrificio y empatía, que salen a cubrir esos espacios vacios por su sola cuenta y a su propio costo. El Abuelo es uno de éstos, quien todos los días, a la tardecita, y desde hace años, llega al barrio Evita, y reúne en el patio de su hija a más de 20 gurises para, en un improvisado gimnasio, darles clases de boxeo. Un vecino que apuesta al futuro con la suya, recreando un espacio de contención que proteja a los gurises de cualquier peligro.
José Barreto tiene 63 años y es un gualeyo criado en el barrio 17 de Octubre. Se trata de un “busca” que, desde su adolescencia, enfrentó y enfrenta la vida, aquí y allá, y siempre, con mucho esfuerzo y más sacrificio, ha sabido sobrevivir al destino que la Argentina le impone a los humildes, a los pobres, a los mal llamados vulnerables, esos que sobreviven porque ciertamente no lo son. A este hombre nadie lo conoce por José, para todos es el Abuelo, y se lo puede ver todos los días, después de su laburo, caminar desde su casa en el Defensa hasta el Evita para dedicarle horas a los gurises de ese barrio. Horas de vida para ellos.
El patio es el típico de una casa humilde, pero las cosas típicas de un patio de esos están amontonadas contra los rincones para hacer lugar. Ese espacio hace de lugar de entrenamiento y de ring. De un improvisado travesaño cuelgan cubiertas y bolsas de distinto tamaño, contra las cuales los gurises canjean frustración por disciplina. Es la casa de María José, hija del Abuelo, sobre continuación Martín Fierro, al fondo.
Siete de la tarde, cae el sol, es la hora señalada. Gurises del Evita, del Islas, del Veinticinco, y del otro lado de la ruta lo saben bien. De a uno comienzan a llegar a la cita. Ya los está esperando el Abuelo. Con lo que hay se las arreglan. No es mucho, pero sirve. Encima se rajó la bolsa, pero ya la llevaron a coser. Los guantes están viejos y no alcanzan, igual que las vendas y las cabeceras, pero sobran ganas y paciencia. Se hace lo que se puede con lo que hay, y lo hacen entre todos.
Todos los gurises saben que todo es para ellos, que ellos son la apuesta, saben que ahí no hay intereses particulares, sino objetivos comunes, y hasta el más chiquito sabe porqué y para qué están ahí: para que no anden en las calles, para que no sean presas fáciles de los tantos flagelos que los asolan.
A la hora del balance, después de años de inversión, el resultado es más que positivo, pues fue logrado sin ayuda alguna del Estado o de nadie. Solo la ayuda de algún vecino. A pesar de eso, son muchos los gurises que pasaron por es patio, en el cual no solo adoptaron disciplina, sino que convirtieron ésta en títulos. Gracias a esos logros, los gurises son ahora los pupilos del Abuelo, con un buen prestigio en el boxeo infantil y juvenil.
Gracias a esa iniciativa del Abuelo, los gurises descubrieron que la vida tiene otro sentido, que hay futuro, lo cual les permite creer, tener sueños, tener fe. Cosas que no abundan más allá de las avenidas, en el corazón de la periferia. En síntesis, todo esto quiere decir que hay esperanza.
Norman Robson para Gualeguay21