21 enero, 2025 1:23 pm
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El poder del dinero


Vivimos en un mundo gobernado por el “dios” Dinero. De una manera o de otra, todos estamos sometidos a la tiranía de un sistema en el que la vida, la seguridad, derechos fundamentales como la salud, educación, vivienda, etc. dependen del dinero. Y lo peor de todo es que la mayoría nos creemos que esto es normal y no puede ser de otro modo.

La creencia en que todo tiene un coste y en que el motor del progreso es la inversión financiera son dos premisas que sirven de justificación al ejercicio de violencia económica de unos pocos contra todos los demás. Bastaría pensar en los últimos 400.000 años de evolución de nuestra especie para comprender que la motivación dineraria no actuó en absoluto si no, más bien, quizá, la necesidad de mejorar nuestras condiciones de vida para seguir existiendo.
Insistimos. Toda forma de violencia necesita una legitimación. Un país bombardea a otro para regalarle “democracia”. En nombre de “Dios” se esclavizó y asesinó a pueblos enteros. El Dios de hoy se llama “dinero” y mientras sigamos creyendo en él estaremos sometidos a un ídolo.
En 2007, los bancos y especuladores financieros ganaban dinero a espuertas a costa del endeudamiento privado (de los ciudadanos) que creyeron en la ingenuidad del préstamo hipotecario y el crecimiento infinito del valor de sus viviendas. En ese momento, la deuda pública española incluso disminuyó a un 36,30 por ciento del PIB.
Cuando la estafa llegó a un punto insostenible, nos tocó, a los mismos ciudadanos endeudados, pagar los platos rotos. Mientras tanto, los estados cedían los últimos atisbos de soberanía a los estamentos económicos que siguieron acumulando capital pero, ahora, a costa del endeudamiento de los países.
De este modo, la deuda pública española fue creciendo a partir de 2008 hasta llegar a la friolera del 93,40  por ciento del PIB en el momento actual. Eso supone una transferencia al gran capital de 354.863 millones de euros, o lo que es lo mismo, más de 20.000 euros por persona.
La Banca siempre gana mientras los ciudadanos vivimos el aumento de la desigualdad social en forma de desempleo, de recortes en lo que llaman “gasto social” y venta a precio de saldo de los recursos y patrimonio del país para solventar la deuda contraída que, en el año pasado, supuso un pago de 190.000 millones de euros. Todo esto con unos intereses de 38.540 millones de euros, algo así como el doble del presupuesto anual de una Comunidad Autónoma como Catalunya.
De manera que, el problema no es que no haya dinero, otra mentira justificatoria, sino que éste se transfiere a los grupos de poder económico haciéndolos cada vez más poderosos.
Tal es el grado de sometimiento que, en 2011, el gobierno “socialista” y la oposición del PP, con el apoyo más o menos encubierto del resto de formaciones parlamentarias, promovieron una modificación del artículo 135 de la Constitución que daba “prioridad absoluta” al pago de la deuda por encima de cualquier otro concepto presupuestario (pensiones, sanidad, educación…). No hay que olvidar que todos los partidos políticos tradicionales también están endeudados con los bancos.
En síntesis, el modelo de organización económica actual es inviable y se sustenta en una serie de falsas creencias que le permiten seguir ejerciendo su violencia en la medida en que las personas no nos las cuestionamos y no nos imaginamos la posibilidad de vivir en un mundo mejor.
¿Qué puedo hacer yo?
Lo mínimo que se puede pedir a una persona es que no vote a los partidos tradicionales. Cualquier opción minoritaria (así… al azar) o el voto en blanco o la abstención es mejor que apoyar a los traidores que sólo defienden los intereses de quienes les pagan.
Un poco más es informarse sobre alguna opción en cuyas propuestas figure el impago de la deuda y la recuperación de la soberanía sobre la propia economía y votarla.
Mejor todavía es hacer cosas. Juntarse con otros, conversar, ponerse de acuerdo, participar en propuestas.
Lo máximo: Comprender que el mundo cambia en la medida en que yo cambio y ayudo a cambiar a otros.
Juan de Marto para La Banca es el Mal, España

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