Encuentros casuales y de los otros
Hace dos meses saliendo de la Conferencia Episcopal en el centro de Buenos Aires, me encontré en la calle con Raúl, con quien fuimos compañeros durante la escuela secundaria. Conversamos un rato acerca de la familia de cada uno, también compartimos noticias sobre algunos compañeros.
Después de unos 10 minutos de charla en la vereda nos saludamos para seguir con las tareas que ambos teníamos previstas y no podíamos cancelar. Intercambiamos números de teléfono y direcciones de correo electrónico, y quedamos en comunicarnos. Hacía cerca diez años que no nos veíamos.
A los pocos días estuve a punto de llamarlo, pero me reclamaron en otras cosas. Y así se me fue pasando el tiempo.
Al acordarme de esto me quedé pensando en Jesús. ¡Cuántas veces Él nos sale al cruce! Y espera de nosotros que tomemos la iniciativa de volver a acercarnos a su corazón. Pero nos puede pasar lo que me sucedió con Raúl. Hay algo dentro mío que tiene ganas, pero no termino de decidirme y hacer el llamado para encontrarnos.
Tenemos otras ocupaciones, escala de valores que ubican a la fe o la oración en quinto o noveno lugar, pereza, temores…
Raúl y yo tal vez tenemos sentimientos que son recíprocos, y a él tampoco le da como para llamarme.
Pero con Jesús no son recíprocos.
Me da un poco de vergüenza decirlo, pero debo reconocer que yo soy mucho más valioso para Él de lo que Él es para mí. Yo puedo relegarlo y buscarlo tibiamente. Él me busca con fervor. Yo lo puedo tener en cuarto o décimo lugar, o ni siquiera considerarlo. Él me ubica en primer lugar en su corazón, siempre.
Jesús está enamorado de mí y de vos. Nos ama apasionadamente, siempre.
Este tiempo de Cuaresma que estamos transitando es una nueva invitación que nos hace Jesús para acercarnos a Él.
En el artículo de la semana pasada te sugería que te propusieras leer alguno de los Evangelios, crecer en la oración, o seguir las predicaciones del Papa.
Animate a rezar. ¿Cómo? Mirá: hay muchos caminos. Lo mejor es entender que la oración es diálogo con Dios. Podés contarle tus cosas, la vida de tu familia, de los vecinos de tu barrio. Conversá con Él como con un amigo.
La oración te ayuda a darte cuenta de que Dios te mira con cariño, conoce lo que hay en tu corazón y quiere alentarte en tu camino en la fe.
Seguramente podés pensar en pasar algún momento en la semana por el Templo que te quede cerca de tu casa o el trabajo. Allí arrodillate o quedate en el banco mirando a Jesús en el Sagrario y conversá con Él, o simplemente permanecé en silencio adorando.
Hay canciones muy bonitas que usamos en las misas y encuentros de oración y te pueden ayudar. “Animate a cantar tu fe.” Hay una que tiene una partecita que me conmueve cada vez que la escucho: “Vi tanta gente un domingo de sol/me sorprendió el latir de tantas vidas/ y adiviné tu abrazo gigantesco/y sé que sus historias recibías”.
En este tiempo en algunas Parroquias se proponen retiros espirituales en la tarde o noche, que ayudan mucho a rezar.
Especialmente hay celebraciones penitenciales en las cuales se encuentran varios sacerdotes para confesar. El sacramento de la Reconciliación nos acerca el perdón de los pecados de parte de Dios. Francisco también nos ha hablado mucho sobre esto y nos anima a acercarnos a la misericordia del Padre sin tener miedo.
También es bueno acercarnos a los hermanos con los cuales nos sintamos peleados o estamos distanciados.
Recemos especialmente por la amistad social.
El próximo miércoles 19 es la Fiesta de San José, Patrono de la Iglesia. Un hombre de fe, trabajador, confiado totalmente en Dios. Pidámosle a él que nos ayude en el camino de la oración.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social