Hasta donde debemos tolerar…?
La semana pasada, luego de 28 años y un último vía crucis, Canal 2 obtuvo la renovación del permiso para el tendido aéreo del cableado, y, coincidentemente, la gestión Erro obtuvo 10 minutos de aire en su noticiero y un periodista desapareció del escenario.
Antes de continuar, es preciso aceptar que deben primar la vehemencia y la tolerancia a la hora de criticar a las empresas que deben sobrevivir en un escenario de impuesta corrupción, donde la responsabilidad social de estas no se limita a sostener las fuentes de trabajo sino, también, a seguir brindando los beneficios intrínsecos de su producto o servicio.
Ahora bien, ante la presencia de presuntos casos de extorsión o coacción…
¿Cómo saber hasta dónde consentir el atropello? ¿Cómo saber cuál es el límite? ¿Quién decide cual es este límite? ¿El poder, los empresarios o la sociedad?
Hoy, quienes estamos en el frente de batalla, somos conscientes del marco de total impunidad reinante, con coacciones, amenazas y persecuciones, con periodistas apretados o marginados de la noticia, con aprietes a anunciantes.
Pero el vecino o la vecina común no saben de esto, por lo tanto, no son conscientes de la gravedad de estos hechos y de su impacto negativo en el seno de la sociedad.
Entonces, más allá de toda suspicacia, hoy es necesario exponer ante la opinión pública la represión que ejerce el poder sobre los medios que desnudan sus corruptas costumbres.
¿Qué pasa si no hay pruebas? ¿Cómo se hace?
Por lo menos se deben exponer los hechos en toda su dimensión, y que quienes estén interesados en el destino de este pueblo, más allá del asfalto y el cordón cuneta, saquen sus propias conclusiones.
En este último caso que nos ocupa, la sorpresiva desaparición del aire de un periodista y la sugestiva aparición de otro en un espacio cedido al poder, al mismo tiempo que se aprueba un permiso vital para la empresa, no puede pasar desapercibida para la sociedad.
Por un lado, un permiso sin el cual el canal de la ciudad debía bajar todo su cableado a lo largo y ancho del pueblo, con el costo que eso implicaba, y por el otro, la desaparición del aire de un periodista comprometido con su rol de informador que muchas veces expuso las corruptas costumbres de esta gestión, al mismo tiempo que aparecen diez minutos diarios en el noticiero más visto de la ciudad cedidos al poder para que cuente su versión arbitraria de la historia.
¿Alguien puede evitar sospechar al respecto? ¿Alguien puede evitar imaginar una extorsión encubierta? ¿Alguien puede negarse a la sugestión un canje vergonzoso de figuritas?
Y, por otro lado…
¿Está mal que la sociedad se entere de estas cosas?
Hoy los vecinos y vecinas deben empezar a considerar estas cosas que atentan contra el estado de derecho de los ciudadanos, que atentan contra la libertad de prensa, que conforman una nueva forma de represión.
Por nuestra parte, nos solidarizamos con el “periodista bajado” y repudiamos “las razones que motivaron esta bajada”.
Norman Robson para Gualeguay21