La Nación reseña la historia de vida de Saturnino Erro
A los 95 años, la vitalidad de Saturnino Erro es envidiable. Este abogado entrerriano que lleva 70 años de recibido y que no hace mucho dejó la actividad legal para ocuparse de sus asuntos en forma independiente, está totalmente activo e integrado a la vida familiar y social.
Cuando tenía 92, a Erro también le trasplantaron una válvula cardíaca mediante una intervención mínimamente invasiva, pero en su caso no fue la pulmonar, sino la aorta.
“La operación la pasé muy bien -cuenta por teléfono desde Gualeguay-. Me dieron el alta enseguida. Recibí una atención extraordinaria. Mi buen amigo, el doctor Pedro Kablan, de esta ciudad, me había advertido que la válvula necesitaba reemplazo y que no resultaba aconsejable una operación a corazón abierto por mi avanzada edad. Con el transcurso del tiempo, la deficiencia se me fue agravando y, como sentía mucho cansancio físico, el médico me advirtió que en la Fundación Favaloro ya se habían efectuado operaciones por vía arterial en forma exitosa. Ahora camino perfecto y no tengo ningún inconveniente.”
Erro, que fue intendente de la ciudad de Gualeguay, tiene seis hijos, 16 nietos y 21 biznietos; el mayor, de 17 años. No hace mucho se dio el gusto de ganar el Gran Premio 25 de Mayo, una de las carreras más importantes del año, en el Hipódromo de San Isidro.
“Fui personalmente”, cuenta, satisfecho. Según las crónicas periodísticas, Nino, como se lo conoce entre los amigos, vivó a su caballo Ordak Dan, nacido y criado en el sur entrerriano. Cubierto con una tradicional boina, y al grito de “Gualeguay… Gualeguay”, Saturnino no sólo se llevó una importante bolsa, sino también la clasificación para participar en la Breeders’ Cup Turf, en los Estados Unidos,
“Estoy muy emocionado, porque si bien uno tiene la esperanza, al correr con tantos animales buenos era un sueño poder ganarlo”, dijo en esa ocasión. Y agregó: “Nunca me imaginé que iba a pasar esto, colmó todas las expectativas que podía tener”. Una dicha que pudo experimentar y que su corazón soportó a las mil maravillas.
La Nación