Los dueños del timón

¿Quién es la clase dirigente?
Bueno, en esas sociedades conforman la clase dirigente aquellos vecinos que de una u otra manera inciden en el rumbo de los acontecimientos a través de su participación activa, sea en los partidos políticos o en las instituciones intermedias.
O sea, son esos actores protagonistas del quehacer común, son los militantes políticos, sociales y sectoriales que integran la sociedad en comunión con los intereses supremos.
O sea, los políticos, la gente de las entidades, los sindicalistas, los comunicadores, los pensadores, los empresarios, los religiosos de los distintos cultos, los punteros barriales, los activistas ambientales, cada uno a su manera, participando en el desarrollo de los acontecimientos que marcan el rumbo de su comunidad.
¿Y cómo incide toda esta gente en el devenir de la historia?
En las sociedades de las que estamos hablando, los vecinos militan activamente en el quehacer social, económico o cultural desde su ámbito particular y se expresan a través de sus legítimos referentes, quienes son los fieles mandatarios de sus inquietudes y los genuinos representantes de sus intereses.
O sea, los individuos, militando desde las bases, definen pautas y marcan rumbos.
O sea, de abajo hacia arriba fluyen los mandatos en una dinámica pirámide participativa, donde las bases se manifiestan y la cúspide actúa consecuentemente, consciente de que las bases la sostienen.
En esta sociedad moderna, esta estructura o sistema funciona y se sostiene en la fidelidad de sus individuos, donde prima la comunión de intereses por sobre las mezquindades individuales, ya que los distintos actores que los sostienen saben que si traicionando a su superior traicionan a todo el sistema y lo hieren de muerte.
Por lo tanto, la clase dirigente es el protagonista principal de esas historias.
Ahora bien, extrapolando estos conceptos a nuestra realidad vernácula, quienes de una u otra manera participan de las entidades intermedias ven este sueño como absolutamente utópico.
En una comunidad donde la necia e irresponsable indiferencia de los vecinos lleva a la desnutrida clase dirigente a concentrarse en la supervivencia de la rifa o el pollo asado y/o lo condena a someterse al poder político, la sinergia participativa pasa a ser una fantasía y el dirigente un apóstol de lo imposible.
El individuo de nuestra comunidad cree que las instituciones se sostienen solas, con el pago de la cuota mes por medio, o con el voto cada dos años, y listo.
Por lo tanto, como algo hay que hacer porque si no hacemos nada es peor, la modesta clase dirigente debe comenzar, por lo menos, realizando docencia, explicando a sus bases que si no militan no hay tu tía.
Al mismo tiempo, también hay que explicarle a las bases que la energía individual es la que determina la masa, razón por la cual son indispensables su voto, su grito, su mano levantada, su acompañamiento, su bombo, su solidaridad, su brazo, su sonrisa, etcétera.
El vecino de hoy debe saber que él es el motor, y que si él no está, están esos otros que tanto mal nos hacen.
El vecino de hoy debe ser más reactivo, mucho más consciente y muchísimo más responsable.
Creo que Gualeguay ya merece ser comunidad, donde cada uno, desde su identidad, comulgue por el interés común.
No basta el voto si después nos sometemos o miramos para el otro lado por los dos años siguientes…
No basta la cuota si después no nos asomamos a la tribuna…
No basta la palabra si después no hay acción…
Es preciso que nuestro vecino comprenda que el puntero del barrio es de él, porque él lo puso, el puntero está ahí por él, y lo mismo con el presidente de tu club, con el secretario del sindicato, y ni hablar de los concejales, el intendente, los legisladores, el gobernador y el mismísimo presidente.
Hay que advertirle a la comunidad que ya no basta con ver la tele, hay que estar en la tele.
Norman Robson para Gualeguay21