Malvinas. Un gualeyo en el hundimiento del Crucero Belgrano
El 2 de mayo de 1982, el submarino nuclear inglés “HMS Conqueror” hundió al crucero argentino General Belgrano, ataque en el que murieron 323 combatientes argentinos. Dos gualeyos se encontraban a bordo del Belgrano: el Cabo Principal Basilio Correa, quien falleció durante el ataque, y Víctor Rodríguez, que sobrevivió al mismo. Hoy, 30 años después, Rodríguez nos relata los hechos.
“Se recupera Malvinas y soy afectado a cercanías del Puerto Belgrano, como grupo de apoyo, y estoy en las Malvinas hasta el 28. El 28 me sacan de Malvinas y me llevan al Crucero Generál Belgrano que estaba en Ushuaia. Yo estaba desde fines del año ´80 en el Crucero Belgrano y hacía guardias de operador de radar tiro en una torre de 15 pulgadas. O sea, mi función era ver las “rosas” se llaman , los 15 cañones. Generalmente hay un grupo que pican y dos o tres que se dispersan por más o menos pólvora en la cápsula. Mi función es orientar esa “rosa” al blanco. Era operador de un radar, los artilleros eran los que cargaban y tiraban ”, el que habla es Víctor Rodríguez, un ex combatiente de Malvinas gualeyo que se encontraba prestando servicio en el Belgrano y que logró sobrevivir al ataque. Hoy trabaja en la Dirección Departamental de Escuelas de nuestar ciudad.
“El cabo que hacía la guardia conmigo en el Crucero fue el único soldado que desembarca en Ushuaia, porque tenía hepatitis y queda en el puerto de Ushuaia. A mi me sacan de Malvinas, me llevan al Crucero porque no había nadie que tuviera experiencia sobre tiro real, si bien no habíamos ido nunca a un combate pero tiro real se hacía. Ahí llego a Ushuaia, me dejan en el aeropuerto y me mandan a embarcar en el Belgrano. Yo antes de embarcar en el Belgrano llamo por teléfono a Gualeguay, hablo con la radio, si le podían avisar a mi vieja que yo había estado en Malvinas, pero que se quede tranquila porque el Belgrano no iba a ir a combatir y a mi me habían embarcado en el Belgrano nuevamente. Se decía que la función del Belgrano iba a ser solamente patrullar el Canal de Beagle y nada más. A los dos días estoy conque hunden el Belgrano y con todo lo que significa”, señala Víctor en diálogo con Gualeguay21.
El Crucero General Belgrano zarpó el 16 de abril con rumbo a la Isla de los Estados. Tenía como objetivo defender la línea de costa de un eventual desembarco inglés, vigilar los accesos sur al teatro de operaciones e interceptar unidades que intentaran acceder allí.
El 2 de mayo, a las 16.01 horas, mientras se encontraba fuera del área de exclusión militar de 200 millas de radio establecida por el Reino Unido, el Crucero General Belgrano fue atacado con tres torpedos por el submarino inglés “HMS Cónqueror”. Uno de los torpedos impactó en su casco, mientras que el segundo torpedo arrancó prácticamente 15 metros de su proa. Inmediatamente comenzó su inclinación hacia babor, se detuvo y se apagaron sus luces.
Señala Rodríguez que en el momento del ataque “Yo estaba de guardia, casualmente, en el radar. Este radar era arriba de todo, en el puente de comando.” y agrega que “Primero fue una fuerte explosión y un golpe que me tiró al piso, pero nosotros pensábamos que era una “santa bárbara” (depósito donde se guarda munición) o algo así que había explotado. Pasaron unos segundos, en ese momento no podés saber si son 10, 20, sentí una segunda explosión, el Crucero se quedó quieto, se estancó, porque la segunda explosión recostó como 15 metros el Belgrano, le pegó en un tanque de agua dulce, era uno de los pocos compartimentos que había de babor a estribor en un sólo cuerpo. El otro era todo estanco, hecho en porciones muy chiquitas. Entonces lo cortó, el Crucero de hecho quedó con una avería enorme, empezó a entrar agua y el Crucero quedó quieto. Empezó a escorarse el Belgrano, a inclinarse para un lado y para el otro. A nosotros nos pusieron de guardia porque habían puesto al costado, habían armado unas ametralladoras MAG, esas ametralladoras a cinta, antiaéreas, porque se creía que podía venir la aviación y tirarle a las balsas. Ya después nos dieron la orden de abandonar porque ya no se podía hacer nada, el buque estaba muy escorado, era difícil caminar y tuvimos que saltar al agua. Y así embarcamos una balsa”.
A las 16.20 el comandante del Crucero dio la orden de abandono, cuarenta minutos después, el Belgrano se hundía definitivamente. Más de un día después las unidades de rescate encontraron las balsas salvavidas.
“Una vez subido en la balsa , yo no salí en la mía, salí en cualquiera porque la mía no la podía ubicar. Pasé 72 horas arriba de la balsa, con muchas peripecias y mucho frío, agua, gente herida. La balsa es algo hermético, una especie de carpa redonda, pero es tan hermético que llega un momento, veintipico de personas respirando ahí adentro te quedás sin oxígeno. O sea, había que abrirlas. Se abrían y esto significaba otra vez frío, otra vez agua, agua salada que caía sobre el cuerpo de los heridos y era muy complicado, pero no había otra”, cuenta el excombatiente gualeyo que fue rescatado por el ARA aviso Gurruchaga (remolcador de mar) que lo lleva hasta Ushuaia.
De los 1093 tripulantes del Crucero, 323 perdieron la vida. A ellos , Rodríguez dirigió una carta que fue publicada por El Debate Pregón el pasado 2 de abril y que reproducimos a continuación.
Carta a mis muertos del Belgrano
Queridos amigos:
Tantas veces me he preguntado por qué ustedes y no yo. Será que Dios quiso que queden de guardia los más valientes, los mejores marinos, para que mantengan todo en orden hasta tanto uno a uno vayamos abordando. Pero la respuesta sólo la debe tener Él: me siento tan indefenso e insignificante frente a Dios que temo preguntarle.
Quiero contarles algo. Acá la cosa no nos resultó nada fácil, ver por demás elocuente. Cómo se explica a alguien que, gracias a Dios, no conoce los tormentos de una guerra, que no tuvo que ver morir amigos y compañeros que ni siquiera llegamos a conocer, lo que se sufre. Que es un dolor que ni la llegada de un hijo lo atenúa. Que la vida nos dio otros amigos, pero que jamás será lo mismo. Nos preguntan “¿qué se siente a 30 años del conflicto?”, como si ese número modificara algo, como si el dolor fuese diferente todos los años. Debo confesarles que más de una vez pensé si vale la pena seguir con vida, si será mejor volver a embarcar.
Pero temí siempre que una determinación de esa índole no me encuentre a la altura de ustedes, que sea tratado como un cobarde que no afrontó los problemas.
¿Saben qué es lo más loco que me pasa? Todas las veces que soñé con ustedes, los soñé con una sonrisa, jamás tristes y eso me deja más tranquilo. Sólo lo lamento por sus familiares, los familiares de los Héroes de Malvinas, de aquellos que sin
pedir nada a cambio dieron su vida por una causa justa, que a pesar de haber nacido para tapar atrocidades cometidas por un grupo de cagones cobardes, la enfrentaron sin temor dando lo mejor y más preciado de cada uno, su propia vida.
Me imagino que ahora las cosas han mejorado por allí. Sé que cualquiera está capacitado para organizar la nave, pero el capitán es el capitán y hace un tiempito lo tienen ustedes. Además, ahora también embarcó nuevamente el “Gordo” Velásquez, un gran tipo, ese enfermero que no les va a dejar faltar nada, ese gordo bonachón con el cual se puede contar en todo momento.
Camadas, ya falta menos para reencontrarnos y reunir aquella gloriosa tripulación del año 1982. Cuando la completemos no habrá ningún submarino nuclear o ningún torpedo cruel capaz de cortar la alegría y el orgullo de habernos encontrados y ser parte del emblemático Belgrano.
Me despido de ustedes con una confesión: los extraño, pero no estoy triste, en mis sueños los veo felices.
Víctor