… y donde está la oposición?
Ser oposición en tiempos de pandemia, tal como lo demuestran el militontaje mediático pro-radical en las redes, y alguno de sus elocuentes caciques en los medios, que no se diferencian de los oficialistas, es fácil, pero hacer oposición es otra cosa. En el ámbito local, la pasividad de los paladines del cambio que no fue, acompañados por el grueso de la dirigencia civil, es absolutamente funcional al régimen nacional. Tanto que la gente ya perdió de vista las diferencias entre unos y otros, y todo marcha según las pretensiones del populismo.
Ser oposición es exclamar altisonantes y no necesariamente ciertas acusaciones contra el oficialismo desde la comodidad de una zona de confort, pero hacer oposición es salir al terreno a enfrentar al oficialismo, a exponer sus miserias, a contrarrestar el impacto de sus acciones, demostrando, así, compromiso y empatía con su pueblo. Pero hoy no hay nada de eso, lo cual favorece al oficialismo y confunde a la gente.
Hoy, todas las tintas se cargan contra el gobierno nacional por su incompetencia frente a la crisis sanitaria, defecto que comparte con varios gobiernos del resto del mundo, y, aunque el nuestro es particularmente incompetente, la oposición no es diferente, ni lo son las entidades intermedias que la consienten, ya que ninguno reacciona contra el presente caos más que rasgándose las vestiduras desde algún teclado o algún micrófono.
Por ejemplo, en ese afán de estéril ataque, cuando la oposición critica, a viva voz, a los que hacen, olvidan, y la gente lo ve, que, cuando les tocó hacer, no supieron hacer nada, y provocaron que volvieran los mismos.
Hoy, en plena pandemia, se ve a dirigentes y militantes opositores señalar de lejos, con su dedo acusador, al oficialismo, por estar más preocupado en la campaña que en los contagios, pero no se los ve en la calle haciendo algo para remediar o aliviar la incompetencia oficial. Es más, ni siquiera el gobierno local, opositor, se distingue del nacional, y solo lo imita sin ser capaz de adoptar medidas más coherentes con su discurso. Ni hablar de las instituciones intermedias, esas fuerzas vivas que sintetizan el interés social o popular, que, indiferentes y desganadas, no atinan a reaccionar.
En esta aguda crisis sanitaria devenida en caos económico, sobresale la falta de compromiso y empatía de unos y de otros, fundidos todos en una misma masa amorfa e incolora: los políticos. Así es que, la gente ya no ve diferencias, menos en estas ciudades en que el oficialismo es oposición porque esa oposición gobierna el país. Por estos pagos, para la gente ya es lo mismo Morchio que Rubattino, Martínez Epele que González, Berisso que Erro.
Impasibles, callando y otorgando, los opositores se refugian en su tibieza, desde donde esgrimen militonterías tan patéticas como las que otrora acostumbrara el oficialismo, mientras dejan, impasibles, que el apocalipsis se lleve puesto a esa sociedad que tanto dicen pertenecer y defender. De lo que no se han dado cuenta es de que la sociedad depende de que ellos, los políticos y los dirigentes, hagan oposición en lugar de serlo, pues, de no mediar un cambio, el futuro nos encontrará sepultados a todos.
Norman Robson para Gualeguay21