Desamparado entre el si y el no
Que desamparado me siento pensando, y deseando, políticas de Estado en una sociedad que sólo sabe debatirse, irresponsablemente, entre los extremos fundamentalistas del “si porque si” y del “no porque no”.
Definitivamente, hasta que nuestras masas no abandonen las poses mediáticas y sociales, y las reemplacen por militancias responsables, nuestra sociedad no dejará de ser trágicamente mediocre y dramáticamente patética.
Qué desamparado me siento entre tanta estúpida discusión, frente a tan extrema dicotomía, sin interés alguno de las partes en lograr un consenso constructivo, sino solo interesadas en promover siempre el disenso, solo para mantener sus protagonismos.
Qué lejos quedaron en nuestra sociedad el pensamiento, la coherencia y la tolerancia, atributos cuya ausencia desnuda nuestra cada vez mayor inmadurez, incapaces de construir una sociedad que resuelva sus conflictos estableciendo, unánimemente, normas que le permitan desarrollarse pacíficamente.
Como muestra basta un botón. Hoy se debate sobre el aborto, como si se tratara de aborto si o aborto no, unos y otros enfrentados como si la interrupción de embarazos fuera a existir a partir de que el Congreso de la Nación lo transforme en ley.
Unos y otros, diametralmente enfrentados en poses solo adoptadas a partir de cómodas y fáciles síntesis de la realidad, rajándose hipócritamente las vestiduras sin siquiera haberse molestado en leer el proyecto o sus fundamentos. Unos en nombre de la vida, cuando jamás les importó la vida de los demás, y otros en nombre del feminismo, como si una concepción fuera exclusiva de la mujer.
Todos parecen haber olvidado que el aborto existe, clandestinamente, y está al alcance, en cuestionables condiciones sanitarias, de todas las mujeres, a lo largo y a lo ancho del país, siempre y cuando tengan los recursos necesarios para costearlo.
Lo cierto es que, con ley o sin ley, quienes puedan hacerse un aborto se lo seguirán haciendo, y las garantías de la intervención dependerán de la cantidad de pesos que puedan pagar.
También es cierto que, con ley o sin ley, nadie puede obligar a nadie a hacerse un aborto, de modo que, quienes no se harían un aborto, no tendrán que hacérselo.
Ahora bien, una ley podría imponer orden y seguridad, poniendo las garantías al alcance de todas aquellas mujeres que decidan abortar, en el marco de una política pública que busque preservar la vida en estado de derecho, pero atendiendo los derechos maternales y paternales por igual. O sea, todo aborto debería ser aprobado por ambos.
Por lo tanto, como padre de siete hijos que nunca simpatizó con ese recurso, creo que esta última debería ser hoy la misión en la que todas las partes podrían comulgar y consensuar acciones y normas, de forma de propiciar una igualdad de derechos real, junto a una concientización en términos de salud sexual que tienda a preservar tanto la vida como la familia en toda la sociedad.
O sea, voto por un NO al extremismo religioso y al feminismo fundamentalista, y un SI a la tolerancia, la coherencia y el pensamiento a partir del sentido común, en favor de políticas de estado que propicien una convivencia pacífica y un desarrollo progresista para todos, de todos los géneros.
Norman Robson para Gualeguay21