¿Donde está el enemigo?
En la Argentina donde volaron la AMIA, donde se nos pierden aviones y submarinos, donde el narcotráfico estuvo siempre liberado, y donde el presupuesto de defensa es sideral para la nada que se hace, hoy ya nada sorprende.
Menos puede sorprendernos que nuestros enemigos se opongan a una reforma por la cual las Fuerzas Armadas adoptan un rol de seguridad interna y defensa externa a la altura de las circunstancias modernas.
Resulta absolutamente comprensible que quienes heredaron la violencia de los 70s, quienes pactaron con el terrorismo internacional, quienes aún son socios del narcotráfico, y todos aquellos que simpatizan con todo eso, hoy se opongan tan férreamente a cualquier pretensión del Gobierno Nacional de modernizar nuestro sistema de seguridad y defensa.
Ninguno de ellos quiere radares o soldados en las fronteras, ninguno de ellos quiere soldados que defiendan el Congreso de energúmenos, ninguno de ellos quiere evitar un nuevo golpe terrorista que pueda debilitar al Gobierno y devolverles el poder y la caja, ninguno de ellos quiere un sistema de seguridad y defensa que consolide la República.
Sencillamente, nada de eso le conviene a sus intereses.
El Gobierno Nacional, en su sano juicio, puso el tema sobre la mesa para que los argentinos decidamos qué queremos: si queremos mantener el desorden y la vulnerabilidad frente al terrorismo interno, al externo y al narco, o preferimos tener un sistema de seguridad y defensa que sirva para mantener el orden interno y el respeto externo, preservándonos de cualquier atentado que vulnere nuestra integridad institucional.
Lo curioso es que, en solo dos días, desde que el Presidente planteó el tema, el debate ya rindió sus resultados: el enemigo, fiel a su histórica estupidez, y sin ninguna ayuda, se fue descubriendo públicamente y ante las cámaras de televisión.
Sin vergüenzas ni pudores, sin escrúpulos ni piedades, solo enérgico y elocuente, embanderado en su impunidad, el enemigo mostró sus dientes, sus ojos, su cara, su enorme temor.
Víctima de su propia naturalización del mal, el enemigo se desnudó ante el bien, despejándonos cualquier duda que pudiéramos tener sobre quien es quien en esta discusión.
Ahora ya sabemos donde está el enemigo.
Norman Robson para Gualeguay21