4 octubre, 2024 9:36 am
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Hacedores gualeyos del siglo XX: Don Fortunato

La ciudad de Gualeguay, más vieja que la Patria, hace honor a aquello del crisol de razas, y, en esa conjugación de culturas que la cincelaron, hay personajes cuyo protagonismo durante el siglo pasado los hacen merecedores de un justo rescate. Don Fortunato es uno de ellos.

Cierro los ojos y me es fácil imaginarlo en sepia, con el puerto de Buenos Aires de fondo, en tiempos de inmigrantes. Adolescente, de gorra y gabán, con una bolsa al hombro, y con los ojos brillantes enfrentando la que él insistiría en llamar su “bendita tierra”.
Había nacido un día como hoy de 1910, hace 108 años, en el pueblo libanés de Bsarma El Koura, en las tierras de El Líbano. José y Juana, sus padres, habían quedado allá. Si bien lo llamaron Massad, su nueva tierra se encaprichó en llamarlo Fortunato.
En aquella postal sepia, imagino el peso de su pasado, y la promesa de mandarlos a buscar hecha a sus hermanos menores: Badith, Eblem, Antonio, Pedro y Pablo.
Si bien llegó a estos pagos porque en Tres Bocas tenía un tío, tal cual reza el permiso municipal de 1928, desafiando las dificultades del lenguaje, y obedeciendo a ese espíritu característico de su cultura, enseguida tomó una canasta y comenzó a recorrer las calles de Gualeguay vendiendo mercaderías.

Massad se proveía de la tienda de Don Rubio, ahí en la San Antonio, a pasitos de la Plaza San Martín, donde el destino le presentó a Yamile, hija del comerciante, con quien se casaría en mayo del 31.

Un par de años después, fruto de su esfuerzo, y habiendo traído ya a su hermano Badith, fundaron Kablan Hnos., primero en San Antonio 151 y luego en 25 de Mayo y Antártida Argentina, dedicada primero a los ramos generales y luego incorporando el servicio de transporte.
Mientras tanto, fue cumpliendo su promesa de traerlos a Eblem, Antonio y Pedro, mientras que Pablo prefirió irse a Venezuela. Al mismo tiempo, Yamile le iba regalando 5 hijos: Teresita, José, Julio, Alberto y Mario.
El esfuerzo tuvo sus frutos y, allá por el año 1937, Massad compró su primer auto, un Studebaker, con el cual el matrimonio supo pasear llevando con ellos sus primeros hijos.
Su don de gente, su buena educación en un colegio francés de El Líbano, y su pasión por el trabajo, le permitieron insertarse rápidamente en la sociedad, la cual supo retribuir a su denodado compromiso con gran respeto y cariño.

Tal era el amor de Fortunato, como lo habían bautizado en Gualeguay, por la ciudad que lo combinó, que conformó las comisiones del Club Social, el Jockey Club, el Aeroclub, el Rotary, Gualeguay Central y Sportiva, pero destacándose, especialmente, en el Centro Económico.
Su paso por ésta entidad, la cual presidió un par de oportunidades, entre tantas cosas, dejó sus oficinas, en la planta baja del Edificio Plaza, y el monumento a las tres fundaciones, en la plaza Constitución, proyectos estos de su gestión, a la vez que fue un insistente promotor del parque industrial y de una moderna terminal.
Tal fue su protagonismo en el quehacer social y económico de la época que, en 1951, con solo 41 años, fue incorporado al “¿Quién es quien?” de Entre Ríos, una suerte de catálogo de personas destacadas.
Ahora bien, su intensa actividad comercial e institucional nunca lo privaron de disfrutar de los amigos, de lo cual era testigo el Café Irún, donde iba las siestas a conversar y jugar al billar, y de pasear tomando mate con su amada Yamile por la calle San Antonio.
Carboni Bisso, Abraham, Fernández Arancibia, Vivanco, Oraindi  Montefiori, Martínez, Neffa, Campañá, Besinsky, son algunos de los amigos cosechados por Fortuna en aquellos años, en la calle, en el Club, en el Centro o en los negocios.
En ese contexto fue forjando su imagen de hombre devoto de Dios, amante de su familia, gran amigo, apasionado comerciante y comprometido ciudadano.

La familia fue creciendo y los amigos también, haciendo que, en épocas de vacas gordas, la casa de San Antonio, enfrente a donde hot está la Escuela Rocamora, fuera anfitriona de todas las generaciones de los Kablan a disfrutar las exquisiteces libanesas cocinadas por Doña Yamile.

Finalmente, la vida, en 1992, premió a Massad cumpliéndole el último de sus sueños: volver a Él Líbano, ya que siempre quiso volver a ver a sus padres. Lamentablemente, Doña Juana no pudo esperar y el Señor se la llevó a su lado antes que Massad volviera a su tierra natal. Sus palabras, “tuve cinco varones y me los llevó el mar”, lamentando no haber podido criar a sus hijos, calarían hondo en el corazón de Massad.
De este modo, habiendo su estela dejado un valioso legado de hechos y ejemplos, el 20 de noviembre de 1995, con 85 años, 63 años después de haber llegado a Gualeguay para recorrer sus calles con su canasta, falleció Massad, Don Fortunato para algunos, Fortuna para sus amigos.
A su partida, su amigo, el Dr. Daniel, escribió: “Abierto como estuvo siempre, puntero de una raza, enorme patriarca de toda una época. Ud. se ha ido… pero cuanto queda”.
Norman Robson para Gualeguay21

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