4 octubre, 2024 8:40 am
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Los cuatro arados de Arnold

Nuestra patria, no hay dudas, fue construida por manos de todos los orígenes. El famoso crisol de razas que nos caracteriza, compuesto por sangres llegadas de los cuatro puntos cardinales, es el artífice exclusivo de lo que somos hoy, algo que, injustamente, hace que muchas veces olvidemos de donde venimos.

Es por eso que me atrae cuanto relato desnuda nuestras raíces, sean éstas propias o ajenas, y el artículo de Arnold Dodds sobre los cuatro arados es uno de ellos. Arnold, a quien hace mucho que no veo, es un apasionado de la historia sobre la llegada de sus antepasados escoceses a estas tierras de promesas, y la nota publicada en la revista de la comunidad británica en la Argentina rescata el valor de esta corriente inmigratoria.

Los cuatro arados existen, según Arnold, y testimonian el aporte de los escoceses a la agricultura criolla en la primera mitad del siglo XIX, y recuerda que su pariente historiador, James, así lo afirmó en uno de sus libros.

Entre estos primeros inmigrantes llegados al país, unos se asentaron en Monte Grande en 1825, de la mano de una empresa escocesa, y rápidamente convirtieron esas tierras en ejemplares unidades agrícolas, las cuales, lamentablemente, cayeron en desgracia al quebrar la empresa por cuestiones ajenas a esa actividad.

De aquellos primeros agricultores serían los cuatro arados descubiertos por Arnold y sobre los cuales escribe casi dos siglos después. Piezas que, a pesar de los años, aun conservan, grabadas, las marcas del herrero que los forjó y las del lugar donde lo hizo.

El primero de los arados rescatados, era de un pariente de Arnold, que lo encontró expuesto en el museo de Ranchos en 1983. Las tierras de los dueños de ese arado, George Orphant e Isabella Dodds, se habían asentado 30 kilómetros al oeste de Chascomús. Luego de contactarse con el Museo Nacional de Escocia, y comparados los números de serie grabados, Arnold supo que este arado no era tan viejo como los dos que tenían ellos allá, sino que sería de mediados de siglo, a la vez que supo que era de los del tipo corto, de largas manijas y sin rueda.

El segundo arado, también era de uno de los primeros Dodds llegados a nuestras tierras, de William, en la segunda mitad de ese siglo, y Arnold se enteró de su existencia gracias a un nieto de aquel inmigrante, quien también se había asentado en los alrededores de Chascomús. Más allá de lo estrictamente agrícola, William y su arado se hicieron famosos como campeones de la especialidad en la Exposición Rural de Chascomús de 1879, por lo cual recibió una enorme medalla de cobre y dos briosos caballos de tiro.

Al tercer arado lo encontró Arnold también en Chascomús, en la quinta de Federico Cameron, pero su dueño desconoce de donde vino. Eso sí, los grabados en su estructura dan fe de que es otro arado escocés, seguramente perteneciente a esos escoceses que llegaron a la zona en el siglo XIX.

Por último, el cuarto arado “importado” de Escocia por los propios inmigrantes fue encontrado por Arnold en el Museo Pampeano de Chascomús, al cual fue donado, según los registros, por un tal Arditti. Si bien hay muchas incógnitas sobre este último arado, lo curioso radica en su número de serie, el 1685, anterior, incluso, al de los que guarda el museo en Escocia, 2.109 y 2.624, lo que lleva a Arnold a sospechar de que se trata de uno de los primeros llegados a la Argentina de la mano de los primeros agricultores inmigrantes escoceses.

De este modo, Arnold nos regala un pedacito de nuestra historia construida por sus antepasados, los primeros Dodds, y otras familias escocesas, quienes trajeron con ellos, en los barcos, sus propios arados para labrar esta tierra prometida.

Norman Robson para Gualeguay21

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