Los porqués de las fiestas
El Carnaval y la Fiesta del Asado y la Galleta, las únicas fiestas que hoy distinguen a Gualeguay en el concierto entrerriano de propuestas turísticas, resultan de años de esfuerzo público y privado, tienen una razón de ser que muchas veces no es tenida en cuenta por el pueblo.

En tal sentido, vale recordar que, solo en la última década, el Estado, o sea, nosotros mismos, hemos invertido no pocos recursos en ser parte de la agenda turística de la región y, al mismo tiempo, en conformar un perfil de destino que pueda seducir algo de la demanda existente.
En esta propuesta, no pocas energias se volcaron, por ejemplo, en instalar la galleta como un ícono de nuestro destino.
Gracias a esta política pública turística, errática y dubitativa porque apenas recién empieza a desarrollarse, los privados han invertido en algunas actividades (cabañas, lanchas, gastronomía…), insinuándose ya como fuente de empleo y actividad económica.
Entonces, nos guste o no, estas fiestas, junto a los calendarios deportivos y culturales, conforman la modesta propuesta de nuestro destino, el cual, créase o no, ya es valorado y adoptado por mercados de las provincias vecinas y de la capital.
Por lo tanto, en honor a su desarrollo económico, Gualeguay no solo tiene el compromiso político de NO dilapidar lo construido en estos años, sino que tiene la responsabilidad política de invertir para potenciar lo ya desarrollado. Es su deber para con aquel sector que, directa o indirectamente, se desempeña, y vive, en esa actividad económica.
O sea, más allá de las coyunturas políticas, sociales y económicas, las cuales NO pueden detener, ni suspender, menos cancelar, el desarrollo de la ciudad, Gualeguay debe mantener sus compromisos y responsabilidades en todas las áreas.
Gualeguay debe continuar tanto con el asfaltado de calles, con el plan hábitat, con las cloacas y con todo lo relacionado a su infraestructura, como con la canchita de hockey, con el programa Abuelos en Acción y con todo aquello que tiene que ver con nuestro crecimiento como ciudad.
Si bien, frente a esto, el pueblo tiende a sintetizar erróneamente estos asuntos como banales, y a perder de vista la visión integral que debe tener el Estado a la hora de tomar decisiones, lo cierto es que la ciudadanía debe entender que las decisiones del Estado deben obedecer a intereses públicos y no particulares, atendiendo todo el espectro comunal.
El Estado debe actuar siempre según los intereses del colectivo ciudadano, nunca según uno u otro sector en particular.
Por lo tanto, en la sobremesa, en la ronda de mate, o en las redes, los ciudadanos pueden coincidir o no con los aspectos formales de las decisiones políticas, pueden simpatizar o no con ellas, pero siempre comprendiendo y respetando los compromisos y las responsabilidades del Estado para con la ciudad.
O sea, podemos opinar y criticar, pero sin perder de vista los aspectos que hacen a la cuestión, ya que tergiversar la situación sólo sirve para atentar con la ciudad de todos.
Norman Robson para Gualeguay21