5 octubre, 2024 2:43 am
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Una respuesta a tantas preguntas

El desarrollo y la formación intelectual de una sociedad resultan de la incorporación de información y de su adopción según su cultura, pero, a pesar de esto, actualmente, sufrimos una profunda degradación de estos procesos que nos colocan en una situación más que complicada.

Desde tiempos inmemoriales, el desarrollo de los pueblos se fundó en su formación intelectual, según su marco cultural, el cual les permitía evolucionar a partir de los desafíos que la humanidad les iba presentando y, así, fueron consolidando su soberanía, tanto territorial como cultural.
En este concierto, se distinguieron aquellos pueblos que se caracterizaban por su honestidad consigo mismos y que, a partir de ella, pudieron aceptar nuevas realidades y decidir en comunión su futuro, a partir de opiniones y posiciones fundadas y coherentes con lo común.
No les fue difícil, sólo fue cuestión de desprenderse de egoísmos y mezquindades, o intereses, y hacer primar un diálogo en pos de lo común por sobre lo individual. Cada uno a su manera, así lo hicieron tribus de la antigüedad y grandes estados del siglo XX, los que se distinguieron a lo largo de la historia de la humanidad.
Ahora bien, cuando a un pueblo lo asalta el escepticismo, dejando de creer en todo, cae, indefectiblemente, en el egoísmo y la mezquindad para defenderse, y así en la intolerancia y el fundamentalismo.
Precisamente, en este escenario, el pueblo pierde su capacidad de diálogo, deja de escuchar, evade pensar, y se aferra a conceptos que puedan protegerlo del fantasma del aislamiento social.
De este modo, la dinámica del desarrollo se detiene, se impone el caos, se pervierte su cultura, y se hace imposible el diálogo, también el debate, frustrando cualquier pretensión de armonía que propenda un desarrollo consensuado.
En este escenario desaparece cualquier comunión social donde pueda gestarse una evolución sustentable de la sociedad, condenándola a su postergación indefinida, pero, afortunadamente, no perpetúa.
Si bien no es fácil salir de esta condena, cualquier salida está en el pueblo y no en sus dirigentes, ya que estos encontraron su estado de confort en esta situación, mientras que el pueblo es quien soporta y sufre los costos del caos.
¿Qué puede hacer el pueblo? Lo que han hecho los grandes pueblos para salir de toda crisis: hacerse cargo de su realidad y unirse en busca de la salida, nunca recurrir a culpas ajenas, ni pedir la escupidera. No hay otra. Ni el FMI, ni la ONU, ni Cristo pueden rescatarnos del pozo sino nosotros mismos. De nosotros depende.
O sea, abandonemos el escepticismo y recuperemos la credibilidad, restauremos el orden y recuperemos el respeto, opinemos con fundados argumentos, y debatamos, no defendiendo posiciones personales, sino construyendo mejores realidades colectivas. Solo así lograremos un mundo mejor, pues, aún, nada está perdido.
Sino recordemos a las dos ranas en el balde de leche, sólo se salvó aquella que pataleó y pataleó hasta que la leche se hizo queso y pudo saltar fuera del balde. La otra se ahogó, y la leche se vendió igual.
Norman Robson para Gualeguay2

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