Análisis: Pasado y presente de una misma realidad

Como la política y su marketing de ideas ha terminado nublando la visión de la sociedad, hablaremos descriptivamente de las realidades que vivimos. La Argentina transita, desde hace más de un año, un cambio diametral, contundente por lo extremo, y eso tiene a los criollos aún en estado de shock. Como si eso fuera poco, desde ambos frentes los sacuden con fantasmas de todo tipo que solo atizan los miedos y aumentan los desvelos, pero no logran más que irritar la convivencia. He aquí algo de luz.
Comenzaremos analizando el modelo Pre2023 y el Post2023 a lo largo de este casi medio siglo de historia.
En el Pre2023, que comenzó por lo menos cuatro décadas para atrás, se impuso siempre el mismo modelo social, económico y político, al cual le costó décadas y décadas quebrar el país. Si habrá sido rico. Debido a esa quiebra, en el Post2023, el modelo cambió abruptamente, y solo el futuro, producto de lo que hagamos nosotros, dirá si fue para bien.
Desde el regreso a la democracia, en 1983, si bien el modelo Pre2023 fue siempre esencialmente el mismo, se fue degradando y pervirtiendo conforme pasó el tiempo. Se trató de un modelo basado en la demagogia y gerenciado por círculos ideológicos interesados más en prosperar ellos y sus entornos, que en gobernar.
Los primeros gobiernos de ese modelo prosperaron porque supieron mantener el equilibrio entre la demagogia y la sustentabilidad, y, así, lograron sostenerse o alternarse en el tiempo, pero los últimos ya no pudieron hacerlo, y todo se les fue yendo de las manos.
Si bien es cierto que a los primeros los ayudó la coyuntura, también lo es que cada vez el modelo exigía más destreza para sostener el equilibrio, y llegó el día en que los gobiernos no fueron capaces de sostenerlo.
Para disimular eso, y en la desesperación, se trató de reemplazar eso con un relato y redoblando la apuesta a la demagogia. La sidra, el pan dulce y las cajas PAN fueron reemplazados por subsidios, puestos y cargos, y los Estados comenzaron a inflarse en todos sus niveles y en todos los rincones del país. Los faraónicos presupuestos obligaron a imprimir 24×7.
Cómo eso no era suficiente, se recurrió a la política del caos: por un lado dividiendo para reinar, alentando minorías y enfrentándolas con las mayorías, y, por el otro, destruyendo la realidad con mil verdades. Pero el modelo económico, fundado en reparto de subsidios, puestos y cargos, sin producción, ya no resistía más.
Al mismo tiempo, el modelo social de desorden era violento e inestable, de confrontación constante entre unos y otros por múltiples cuestiones, y el modelo político era impotente en toda la dimensión del concepto. Nada revertía la tendencia, sino que todo la aceleraba y el quebranto era cada vez más inevitable, y el Estado colapsó, la pobreza explotó y el pueblo se despertó una mañana con que había sido engañado.
La pandemia, con el susto y el tiempo que brindó para pensar, algo debe haber tenido que ver en todo esto.
Pobreza, ignorancia, inseguridad, desorden, exclusión, impotencia, frustración, y otras yerbas hicieron que el pueblo se abriera a otra cosa. La gran mayoría de la sociedad sentía que estaba siendo afectada. Y alguien les mostró una solución, simple, como dos más dos, y no quedaba otra. Justo no venía de nadie del pasado. Lamentablemente, había que sufrir, si o si.
Así llegamos al 2023.
Así, en el Post2023 llegó un cambio radical, sin anestesia, ni vaselina, con el saneamiento de la mano del “no hay plata”, con el orden de la mano del que las hace las paga, con la estabilidad de la mano del desinfle del Estado. Se desenchufaron las maquinas de plata y a aguantárselas. En otras palabras, aunque con absoluta improvisación política, se restauró la República y se impuso una estricta sustentabilidad económica.
Los argentinos se reencontraron con el orden, con que las leyes volvieron a tener que ser cumplidas, y por todos, con que las minorías volvieron a ser minorías, y todos con los mismos derechos de siempre, con que la verdad volvió a ser la verdad, y con que la Constitución volvió a ser tal. Y, al mismo tiempo, se encontraron con que tenían que volver a producir por lo menos lo que consumían, y, quien no lo hiciera, no podría consumir.
Después de décadas de desmadre, el cambio impuesto a la sociedad argentina fue en extremo traumático, y es razonable que de todos los sectores broten resistencias. Especialmente de los círculos cercanos al poder, a algunos de los gobiernos, y de quienes se beneficia ante, de una u otra manera, de aquel modelo. Mientras que en el llano, el pueblo raso, sufre como sufrió siempre, pero ve, y toca, como se van corrigiendo las cosas.
Son aquellos círculos beneficiados del pasado los que hoy alimentan fantasmas qué puedan corroer la dirección de este proceso. Así inventan eso de que la derecha esto y la izquierda lo otro, de que el capitalismo aquello, de que la oligarquía aquello otro y de que la justicia social aquello de más allá.
Pero en este recién comenzado proceso, hay un único misterio: Si los argentinos se la aguantarán y no dinamitarán esta oportunidad. Afortunadamente, las encuestas, y la percepción personal, me dicen que sí.
El ánimo de este análisis es tratar de mostrarle al llano que no se dejen asustar por los iluminados de siempre, y sus séquitos obsecuentes, que nos quieren engañar y devolver al pasado de pobreza, violencia y exclusión que a ellos los benefició.
Resistamos, por ahora parece que puede valer la pena.
Norman Robson para Gualeguay21