Una radiografía del Concejo: Apóstoles y mercenarios

La IA me asegura que un concejal es un miembro electo del Concejo Deliberante, que debe ser un legítimo representante del pueblo, y que su principal función debe ser elaborar ordenanzas que regulen y mejoren nuestra convivencia. Pero la IA no conoce mi ciudad, habla de cuentos, no conoce nuestro otrora Honorable Concejo Deliberante. Si lo hiciera, comprobaría que, detrás de cada pupitre, solo encontrará apóstoles y mercenarios.
Acá no hay ideologías, acá solo hay ambiciones, pretensiones y aspiraciones, todas personales. Unos pretenden algo, otros ambicionan ser, y otros, gracias a Dios, aspiran a servir. Rescato lo último como lo que debe ser la genuina esencia del concejal.
Cómo aspecto saliente, vale resaltar como distintivo que se trata de un cuerpo de once miembros divididos en cinco bloques. Dicho de otra forma, el pueblo representado de cinco maneras diferentes, si es que todas representan al pueblo que los votó. Uno oficialista y los otros según el crisol de voluntaristas qué acompañaron otras pretensiones. Muy pocos de ellos con un caudal de representatividad genuina propia, ya que muchos aun siguen siendo desconocidos.
Veamos uno por uno los apóstoles y los mercenarios.
Empecemos por quien ha hecho de la concejalía una profesión. Un avesado del pupitre que encontró allí su lugar en el mundo, en el que se mueve como pez en el agua. En este nuevo período, luego de un año sabático, tanta desidia política lo obligó a romperlo y hacer algo, y llamó a la prensa para intentar darle una solución a la comunidad.
Sigamos con una émula de Evita que busca, desde el pupitre, potenciar su vocación de servicio al pueblo. De lo más genuino de este polifacético cuerpo. Ella cultiva el compromiso social que tanto se pregona y tan poco se profesa, aunque choca contra la realidad social y política local.
Después tenemos la más viejita. Típica adulta que, al final de la vida, quiere devolverle a su comunidad algo de lo que ésta le dio. Más allá de la amoralidad de por quien allí llegó, ella cultiva un valioso compromiso que, aunque virgen e inexperto, lleva adelante con auténtica sinceridad.
Unos metros más allá, casi del otro lado del recinto, una docente que, en un club, descubrió que lo común debería ser más importante que lo individual. Intuitiva o instintiva más que intelectual, busca la forma y, aunque todavía no tiene la menor idea de cómo, sabe ya que el camino es por ahí, y lo camina.
A su lado, la estrella deportiva que, por elección o resignación, después de conocer el mundo, eligió quedarse en el pueblo y participar, primero desde el club y luego desde el compromiso político. Menos inocente que su par, va descubriendo que lo viejo no da más y que lo nuevo vale la pena. Prueba de esto fue la salida del oficialismo.
Más allá, centímetros de por medio, un formado dirigente radical que decidió encaminar su carrera política a la vieja usanza, creyendo aún que el camino es el verso, la simulación, la negociación y el intercambio, ese mismo camino que alejó la política de la gente. No ve todavía que así nunca va a llegar a ser intendente.
Al lado otra docente, muy parecida a la anterior, pero que se equivocó de bando o banda. Tal vez tan inocente como la otra, pero a merced de la perversión política, servil a los intereses particulares de un grupo político y no de quienes la votaron.
La sigue un otrora peronista devenido funcionario que, por nonsoltar la tela, quedó como concejal. Cómo la anterior, en su afán inocente de hacer algo bueno, cayeron en la bolsa equivocada y todavía no se dan cuenta de que tienen que salir, ni, mucho menos, se animarán a hacerlo.
Y, al final, la jefa de la patota. Una otrora brillante, formada y comprometida dirigente devenida en soberbia obsecuente, funcional incondicional al poder. También veterana del pupitre, en sus orígenes, del otro lado del recinto, supo cultivar el compromiso, abrazar causas y emprender luchas.
Por último, el Presidente, un radical hecho y derecho pero que debe lidiar con toda esta fauna diversa e intentar, infructuosamente, llevar algo de los caprichos y antojos del patético Ejecutivo a buen puerto. La misión de ordenar que le compete al cuerpo qué preside, en este contexto, es lisa y llanamente imposible.
Esta descripción individual pretende ofrecer una idea más o menos real de en quienes descansa el ordenamiento y el contralor de nuestra ciudad…
Ah, uh, perdón…
Me faltaron los libertarios, confundidos entre el frío y silencioso mobiliario del salón. Inútiles políticos. Vergonzantes. Su indiferencia, su indolencia y su abulia componen un alevoso ataque a la democracia, mientras que su sueldo es un hurto flagrante a las arcas públicas.
Bueno, esto es lo que se ve de lo que hay dentro de aquel otrora honorable recinto, hoy con tres bloques, una patota y una maceta, los cuales, en conjunto, justa o injustamente, decepcionan al pueblo. Si rescato, y pongo en valor, a quienes se jugaron y llegaron a esos pupitres, o bancas, motivados por una vocación de servicio, y no a quienes lo hicieron por servilismo conveniente a cambio de algo.
Norman Robson para Gualeguay21