Es hora de cambiar
Gualeguay es sin dudas una de las ciudades más lindas de Entre Ríos. Cuenta con una ubicación geográfica única y preferencial. Está a un rato de Buenos Aires y de Rosario, es la entrada natural al corazón de la Provincia desde el sur, tiene puerto propio, gente emprendedora y capacitada, una red de entidades sociales y clubes modelo que desarrollan actividades fundamentales para la ciudad, ha crecido en el aspecto turístico, y es un lugar que aún hoy conserva ese aire de pueblo acogedor y tranquilo.

Sin embargo, a pesar de contar con todos estos atributos, Gualeguay no ha logrado desarrollarse plenamente. No creció industrialmente, no ha explotado ese recurso tan importante para el agro que es el puerto, no ha mejorado sus caminos productivos y las empresas llegan con cuenta gotas.
También es cierto que Gualeguay tiene una gran cantidad de jóvenes ávidos de superarse que, año tras año y gracias al esfuerzo de sus familias, viajan fuera de la ciudad para perfeccionar sus estudios. Pero la falta de oportunidades laborales para regresar luego de estudiar, está expulsando a quienes deberían ser la fuente principal del desarrollo de la ciudad. Y una ciudad que expulsa su juventud pensante y profesional, se condena a sí misma.
Por otro lado, es sabido que los comercios necesitan de clientes que tengan capacidad de compra. Capacidad que se debería obtener a partir de fuentes de trabajo genuinas y acceso a créditos benévolos. No obstante, la realidad de la ciudad muestra que, salvo en carnaval, los comercios están cada vez más vacíos, mientras que en los bancos hay cola de espera para cobrar planes sociales.
Cuidado!!! Está muy bien ayudar a los que más lo necesitan, pero cuando la cantidad de planes crece y las fuentes de trabajo genuinas no, claramente algo no está bien.
¿Dónde están las fábricas?
¿Por qué elijen localidades como Galraza, Larroque, Gualeguaychú, Mansilla y no Gualeguay?
¿Qué se hace en Gualeguay para revertir esto?
¿Cuántas fábricas, agroindustrias, bancos o empresas de servicio se instalaron?
¿Cuántas fuentes de trabajo nuevas se crearon por fuera del estado municipal?
Párrafo aparte merece la situación política de la ciudad, situación en la cual no se entiende porqué motivo los gobernantes no democratizan el poder. Sería tanto más simple gobernar trabajando en equipo con las entidades intermedias y esos gerentes Ad Honorem que las integran. Ellos trabajan a diario solucionando problemas donde el estado no sabe o no puede porque nadie conoce mejor los problemas y las soluciones que ellos. Entonces… ¿Por qué enfrentarlas en lugar de apoyarlas?
De la misma manera, se debe apuntar a la transparencia. Cuando una gestión se realiza con fondos que no son propios, es obligación de quien administra ser transparente y rendir cuentas claras todo el tiempo. Los votos obtenidos no son un cheque en blanco. Representan, más bien, la obligación de ser impecable a la hora de administrar lo que no es de uno y de mantener informado a los verdaderos dueños del dinero. Es decir, a los contribuyentes que pagan sus impuestos. Obvio que cualquiera puede tener errores o desaciertos, pero para que quede claro que son sólo eso, es que se debe brindar información permanentemente a la comunidad.
Para terminar, hoy el mundo construye en equipo. La gente se une, las ciudades se ayudan, y los países se unen e intercambian bienes, conocimientos, tecnología, etc. Pero, para ello, lo primero que debieron cambiar es el formato de liderazgo. Ya no sirve el caudillo sanador de todos los males. Está demostrado que más tarde o más temprano ese modelo de gestión fracasa o se contamina. Hoy el pensamiento de los lugares exitosos gira en torno al acuerdo de todas las voluntades. Respetando las diferencias y buscando los puntos de acuerdo. Tomándose el tiempo de escuchar al otro, entender que es distinto y respetarlo. En buen romance: Dejar a un lado el interés personal y ponernos al servicio de los demás.
Es hora de cambiar… ¿Cambiaremos?
Marcelo Ciarlelli, un vecino